lunes, 14 de noviembre de 2011

ESPIRALES DE FUEGO


Nueva Versión

--¡Bella ninfa que exhalas olor a hierba fresca!. --¡olímpica, hija de Zeus! --¡Pan de los Sátiros!, dame tu agua…!

--Estas frente a mis ojos María del Mar.
--¡Tu vientre es borrasca, es estruendo, es espina!
--¿Quién tiene la gloria de corresponder a tu puerta y hundirse en ese patio misterioso, patio de mujer?
--¿Te has dejado amar?
--Tus pies…, múltiples como la escarcha y poblados como el ciruelo, los ha besado el sol?
--¡Insolente longevo!, no contento con poseer a María del Mar, me absorbe, me quema, me consume y me mira burlón.
--¡Insolente longevo de las alturas! --Cuanto deseo alcanzarte, tomarte entre mis brazos y estrujarte. ---Humillar tu prepotencia.
--¡Mi ánima erótica viene por ti!, María del Mar.
--¿Quién te habita?
--¡Donde estas tu, Dios! --Dámela, devuélvemela. --¿Dónde te busco niña de niebla?
--Esta noche, es noche de ángeles ¡tú eres el mío.

--Yo Mustafá, deberé engullir mi propia pasión en el retorno de la espiral de mi propio fuego.
--¡María no me dejes, llevame contigo al mar e los dioses!.

II

Este es el delirio de Azhar Mustafá Pinzón. Reportero, cronista, súbdito de la
penumbra humillante de las moles del cemento; allá donde los gigantes se asocian en sombras y prestan por momentos, espacios estrechos a los rayos del sol. La ciudad donde todo tiene precio y medida; y el aire pide permiso para llegar a los parques y acariciar el cabello de los niños, o paga flete para entrar a los hospitales. Recién cumplió 36; de estado civil soltero. Procede de esa trilogía entre luminosidad, perseverancia y poder; obra de la mezcla de sus razas, árabe y española. Ha llegado a estas islas del Caribe de tumbo en tumbo. La intolerancia de los hombres a quienes les ha deshabitado secretos; le ha derrotado sus ideales y lo han relegado a una mísera tarea, caminar sin objetivo de viaje. Militares abruptos, que a nombre de la justicia, desparecieron congéneres: mujeres y hombres, cuerpos armados de discursos anticuados que atemorizaron vida y sosiego en los campos, y otros que rasuraron la voz de los estudiantes. En éstas severas escisiones a la humanidad se vio inmerso Mustafá, que con sentido social, había prometido ser un periodista justo. Por eso condujo toda su capacidad para hacerse un reportero hábil, avezado en convertir, un comadreo en una crónica trágica; revolver cenizas humanas y revelar sus verdades; regresar el magma a los volcanes; mordaz con los pedófilos, insaciable con los corruptos, codiciado por las vedettes, odiado por colegas y jefes. Esto lo llevó a elevar un culto inmanente a su personalidad; así la condición ególatra construida sobre sí mismo, lo recompensó con la persecución tanto por los agentes del poder del estado, como por las amenazas de los grupos ilegales; lo trajeron al aislamiento y finalmente al exilio. El eligió éste camino y hemos llegado aquí.

Seis meses, llevó rumiando soledades y ardiendo en pasiones y su única compañía ha sido la ópera de su etílica garganta y yo su compañía.

III

Soy parte de la energía de Mustafá para decidir su existencia. Vengo en él, nací en el, ocupo el séptimo lugar de abajo hacia arriba en la fisiología humana, Los siete juntos nos denominamos chacras o centros de energía en la filosofía oriental, estamos conectados por un vestigio reptil y somos quienes equilibramos: cuerpo, mente y espíritu. Me encuentro sobre la cabeza y en medio de los dos ojos de Mustafá, para algunas civilizaciones me han significado piña y Descartes me llamó “tercer ojo”. Mi color violeta es quien conecta la espiritualidad del hombre con la conciencia infinita. Los monjes Tibetanos me han llamado “Divinidad”. En términos de la ciencia, soy la glándula pineal o hipófisis, glándula reguladora de los ciclos de vigilia y sueño. Segrego la DMT (dimetiltriptamina) o molécula espiritual que se libera en la fase del movimiento ocular rápido, en Mustafá. Soy su subconsciente y por ello, el gerente general de su cuerpo y la última instancia de su vida.

Mustafá, ha gozado del sexto sentido o clarividencia. Sin embargo, ante el desmesurado acoso del hombre-simio no pudo resistirse al infierno del alcohol, quizás sea una de las tantas respuestas de porqué algunos se hacen adictos.

Mustafá delira y en sus visiones imagina una mujer joven, desnuda, cubierta de arena, de cabellos acolchados por la sal y en ellos la madurez del sol encubado por el tiempo, crea una luna, como la madre de una isla y odia al sol, porque lo cree su rival.

María del Mar, es el vestigio reptil de su interior del cual yo hago parte. Soy su cabeza. Soy su vigilia, juego con la luz para él y poseo su energía. Han pasado justo 48 horas de agitación e insomnio, tiempo para que se decida la vida o la muerte de Mustafá. Todo depende ahora de mi, su subconsciente, la ayuda atmosférica y la declinación del sol.

Todo su cuerpo y yo dentro caemos lentamente del abarrote de troncos envejecidos en que quedó tranzado desde nuestra llegada, cuando él vació su última nota etílica.

Yo paciente espero un rezago de su conciencia, para orientar el camino.

Rosaura Mestizo Mayorga

miércoles, 21 de septiembre de 2011

LA MARCHA DEL TIEMPO

Los afanes de los hombres, ¿serán consecuencia de los instantes?

Que es el tiempo en un instante? Nada diferente al tráfico intermitente de acciones atomizadas. Al montículo de secuencias tejidas que visten la cotidianidad. Al desprendimiento del presente inmediato y a la aproximación del futuro inmediato, repetía, aquello aprendido de diversos textos. Más bien, sentía curiosidad por aquel inverso [qué es un instante en el tiempo]. Todo fue muy curioso, en un día de descanso, mientras tendida boca abajo y protegida por el ramaje pudoroso de un sauce llorón, alimentado como en un oasis por las aguas lluvias estancadas artificiosamente, sometía entre mi pecho y mi sombra el pensamiento de Stephen Hawking, en “la Historia del tiempo”. En algo comencé a ponerme de acuerdo con el autor, pensé. El hecho de no requerirme ser erudita en matemáticas ni para medir el tiempo ni el espacio. Y así se lo hice saber, manifestando mi aprobación con ligeros golpecitos sobre las líneas leídas como para que Stephen, sintiera el vaivén de mi cabeza confirmando la aprobación.

Como no soy asidua matemática ni científica, sentí conmoción jubilosa por aquello que la sabiduría me ha otorgado con la praxis en estos asuntos. Que mejor recreo y disfrute que la compañía de éste ejemplar hombre, quien había permanecido atado a una silla mecánica la mayor parte de su vida y además, distante por un periodo de tiempo de la interrelación comunicativa voz a voz con sus interlocutores. Como era de esperarse surgieron en mí, interrogantes: ¿Qué hace un hombre con su tiempo, estando anclado a una silla mecánica y sin el poder del habla? ¿Cómo vive el día a día? ¿Cómo lo sorprenden los instantes?

A manera de introducción leía casi deletreando “Nos movemos en nuestro ambiente diario sin entender casi nada acerca del mundo” y “cómo es que si hubo caos antes, existe, aparentemente, orden hoy, y, en definitiva, por qué hay un universo”.

Por supuesto tenía el hombre, toda la razón. Mi propio entorno formado por individuos de un sinnúmero de profesiones y altos estudios, dan a las tertulias la altura casi de cumbres borrascosas, afinando verdades desde sus criterios sobre todo el andamiaje del universo y que por regla general termina las reuniones con un:- “ después continuamos porque esto se hace muy interesante”-. Entonces llegué a un punto clave del texto, después que Stephen expone, analiza y concluye las teorías acerca de universo: de Aristóteles, Copérnico, Galileo Galilei, Newton, Kleper, Dios y Darwin, reduce todo de una manera tan maravillosamente sencilla como que frente a preguntas de hijos y estudiantes sobre la misma creación a la que dice él, se elude, o se recurre a una recogida de hombros, o se expone desde la fe. No es que mi amigo, con quien compartí la tarde de sábado, censure estas actitudes, no, quiere demostrar a sus lectores, como lo hiciera en Harvard, -la limitaciones del entendimiento humano-. Lo cierto de todo es que si la filosofía surge de la física, eso explica la razón de ser, y recordaba, una bonita discusión de seminario con mi apreciado maestro de literatura sobre la poesía, cuando enfatizaba que la filosofía no puede ser hija de la poesía, precisamente por lo inmaterial e innagotable.

Stephen me llevaba por el cosmos, por los agujeros negros que al parecer no son tan negros, según él, por el encantamiento de las estrellas que juegan entre si y llegan al mar para que sean pescadas por los niños o por los soñadores.

Esa medición de tiempo-espacio o espacio-tiempo, con agujeros, estrellas y sol, rotaciones y demás que participan en el juego de los científicos para descubrirlo y explorarlo todos, me sintonizan de nuevo en la pregunta ¿Qué es el tiempo en un instante?, no hacerlo implica dejar de lado el aterrizaje a mi propio planeta.

Consolidadas discusiones, sobre el tema del universo, como tesis entre lo infinito y lo finito son la otra partida de ajedrez, para determinar si el universo viene de un caos o surgió del Bing bang, es decir como “una gran explosión o expresión primordial, en que el universo era infinitésimamente pequeño e infinitamente denso”, y del otro lado el contendor metafísico y teológico, en el que según, se creía el universo era estático; para hablar entonces de los días de la creación, y en él, el espacio-tiempo de los instantes en que esta, se fue haciendo.

En una pausa, mientras le correspondía la mirada a un pájaro travieso, recordé al maestro yogui que pide cerrar los ojos mientras se pronuncia el Om como la primera vibración del sonido y éste a su vez es la vibración de lo absoluto, para entrar en concentración y luego dar lugar a la meditación. Lo cierto es que en este ir y venir se puede pasar por lapsos de más de una hora en los principiantes o en mas, para los yoguis, escuchando como se hacen ligeras burbujas de sonidos entre garganta y oídos, el tiempo pasa sin que se perciba, mientras la posición de loto no nos incomode, o el ambiente del espacio. Entonces el conjunto de instantes se mezclan con el ritual de sonidos y nos hacemos a nosotros mismos. Aquí sí creo diferir con Stephen, pues para los yoquis en práctica, el tiempo es absoluto y las reglas de un tiempo por la relatividad no se aplican.
¿Alguien ha visto a un auténtico yogui exhibiendo un reloj?

¿Quién habló pues, de medir el tiempo? Según Stephen aquellos que de manera individual tienen interés por medirlo, al parecer esto originó la invención del reloj. Entre más apurados estuvieran por una producción, mas dividían y subdividían el tiempo impreso en los relojes. Quizás de ahí nacieron los instantes y los afanes del hombre.

Casualmente ese sábado no llevaba conmigo ni reloj, ni móvil y mientras me entretenía con esta complejidad de texto, de rato en rato escuchaba las pulsaciones de los corazones de mis perros que venían de visita después de hacer sus carreras de dominio, y observaba a la vez, los jadeos babosos de sus lenguas en explícitos instantes de tiempo, oscurecía y comenzaba a sentir frío. Entonces pude explicarme mejor aquello que, los instantes hacen las horas que son hijas del tiempo.


Rosaura Mestizo Mayorga

jueves, 8 de septiembre de 2011

EL OFICIO DE VIVIR

Pasos de la pequeña Herta Müller- premio nobel de literatura 2009

"Un homenaje a los niños que no entienden la mezquindad e intolerancia en el poder de los adultos".

Regresar a la niñez, a la exquisita niñez, tiempo de juegos insensatos y torpes, juegos con la muerte sin saberlo, jugar por ejemplo a las escondidas sin imaginar que se trata de un exilio. Decirle con la mano y a gritos adiós a la casa, sin prometerle volver a sabiendas que allí hay una cama cálida y un lugar propio para cortar margaritas, depositarlas en un jarrón y decorar el espacio dispuesto para comer en familia.

Caminar de la mano de mamá o montar la espalda de papá, mirar de paso el estrecho camino que separa las espigas verde-amarillas anunciando abundancia de pan en poco tiempo, y mas allá, hacia el oriente, reconocer ese árbol de pies enormes, su tiempo desnudo, sus múltiples brotes y el veterano sol que deja al descubierto el rincón propio para atender nuestras soledad o al cántico retoñal de hierbas y pájaros recién nacidos cada mañana.

Observar los puntos donde se han dedicado los mejores momentos y no saber que los ojos se despiden de ellos.

A la distancia, cuando las montañas dejan de serlo y se convierten en colinas minúsculas grisáceas y violetas y la casa desaparece y el árbol se esfuma como los ausentes, y los rebaños del cielo se desdibujan, se siente hambre, mucha hambre, se siente sed, mucha sed. Mamá abre la fiambrera, la misma que acostumbra a llevar al río, cuando es día de campo, cuando de ella brotan cerezas, manzanas, panes dulces o medio dulces, carnes secas u horneadas y todas las viandas que mamá prepara con entusiasmo, para ese esperado día de campo.

Viene la exploración del camino hacia la montaña, hacia ese montículo de hechos y seres impredecibles. Abejas zurriando alrededor de las moras que se van asentando en nuestras mochilas, los zarzales que salen al paso para saludar las manos, los tímidos arroyos, de nuevas vidas y tamaños, el paso marcial de las pequeñas hormigas y tantos otros seres que saltan y huyen de nuestra presencia.

Hoy, observo la vianda con el entusiasmo del día de campo. –Es extraño, ayer no madrugamos con mamá a recoger los frutos del bosque, y es verano, no hay mermelada, ni variedad de colaciones, tampoco jamón ni tomates del huerto-. Mamá tan solo coloca sobre sus rodillas un gran pan redondo y lo taja para 3, no hay más, -esta es la cena- murmura. La orden de abandonar éstas tierras de Nitchidorf, en Timisoara, Rumania es inaplazable, no hay tiempo para preparativos para este viaje como cuando vamos a la montaña y nos bañarnos en el río.

Ahora, he perdido la casa, el árbol, el trigo, anochece y papá busca un refugio que protege con ardiente leña. -El tiempo está cambiando- dice mamá, que de vez en vez, toma parte de su chal y se seca las lágrimas. No entiendo porque mamá llora, -éste debe ser un gran paseo, a ¿otras montaña? No sé por qué llora mamá-. Papá camina silencioso, sus ojos siguen un lugar extraviado. Es extraño, no ríe, no hace bromas-. Solo dirige su bestia y de vez en vez voltea y constata que lo seguimos. Algunas veces me mira y me invita a colgarme a su espalda, papá adivina que voy cansada.

Papá es fuerte, muy fuerte, papá fue soldado de las Waffen-SS, el me contó un día de invierno, mientras escuchábamos en mi cuarto los llantos y gritos del cielo. Papá decía que muchos amigos habían estado en la guerra y nombraba a un señor Hitler. Papá decía que él y sus amigos eran despreciados y que ellos solamente apuntaban en batalla. Papá se ponía triste y callaba.

-¿Cuántos días y noches hemos caminado? No sé, solo he visto días noches de prisa, como cuando se abre y se cierra un libro con rapidez, y mi hambre, es cada día mas deshabitada de pan.

Esta tarde, es pobre de nubes, tan pobre como mis manos sin las margaritas de casa, sin el gatito que mira debajo de las puertas y pone sus ojos verdes frente a los míos que también son verdes. Los dos nos miramos, yo le sigo y deja en evidencia el ratón moribundo, pero el gato me mira y sigue el juego con el vencido. Hemos encontrado un río, por fin un río, jugoso, sonoro. Mamá decide lavar, papá y yo nos salpicamos de agua y yo grito emocionada, pero papá cubre mi boca con un dedo y hace pssssss. ¿Porqué papá me cubre la boca y me silencia con un psssssss? No lo sé.- mamá mira alrededor, se pone de pie muy de prisa y le hace una seña a papá, para que caminemos rápido. -No comprendo, ¡si yo estaba feliz con el río!-

Quiero regresar a casa, quiero mi cama, el gato, levantarme sobre un taburete y dedicarme como muchas tardes de invierno a observar una a una las fotografías enclavadas en las paredes. Detenerme en la risa constante del niño de chaqueta que levanta la mano para despedir a alguien con el pañuelo mientras el tren humea o la de la mujer rusa caída con cara de angustia. También la de papá militar conduciendo un camión con muchos amigos de igual vestido y nabos(*).

Mamá dice que es imposible volver, no se me ocurre nada, dependo de ellos, de papá y mamá y voy a donde ellos van. Ya mi vestido, ha perdido una manga, cuando llegamos a la gran ciudad. Siento sueño y mamá me levanta. Despierto en una gran sala pobre de fotografías y con muchos hombres gritando a otros y estos otros exhibiendo papeles, también papá. Siento miedo, mucho miedo y me aferro a la huesuda mano de mamá que tiembla sentada sobre un bulto y helada, como un muñeco de nieve. Yo sacudo su cabeza, mamá no responde. Yo grito. Un hombre grita más fuerte que yo para que calle. Papá se acerca al hombre parece que algo le explica. Papá se acerca a mamá y toca su rostro. Mamá sonríe. Papá también.

Papá dice a mamá, querida, el oficio de vivir, ahora, es sobrevivir.

(*) Nabos-Nombre de los fusiles en la II guerra mundial.


Rosaura Mestizo Mayorga

miércoles, 17 de agosto de 2011

LLAMADAS A FELICIA

Hay llamadas emergentes y llamadas de emergencia.

Tomé mi móvil, última generación y me alejé del grupo de amigos que habían asistido a la fiesta de aniversario. Cumplía 33, según dicen las mamás, es la verdadera y única oportunidad para celebrar el nacimiento de un hijo varón. Celebrarlo en esta edad, es invocar al Dios de las alturas para que bendiga a su hijo en nombre de Jesús.

Previos días, había estado remarcando insistentemente al número que aparecía en la pantalla de llamadas perdidas, un par de semanas antes, de cuyos mensajes se leía –¡si quieres felicidad, búscame! Mi nombre es Felicia-. Asumí que eran llamadas de esos lugares de lujuria que solía frecuentar con mis amigos y que eran un antídoto para mi soledad. Pero esta noche más que cualquiera otra, me sentía frustrado e intrigado, entonces decidí insistir, sentía una sensación parecida a estar enamorado y negado a la presencia de ella. Por fin del otro lado el auricular se levantó y no hubo voz. Sin embargo, ya era una esperanza.

-Hola(laa, hola (laa), hola (laaa)- (respondió)
-Busco a Felicia- ciaa (respondió)
-¿Quien habla? – bla?? (respondió)

Abandoné la llamada, quizás, alguien me tomaba del pelo en la línea como suele suceder en los teléfonos.

Pinché de nuevo redial, sonó ocupado. Dejé la intención para más tarde, pues algunos amigos me requerían en el salón. Un espacio amplio e iluminado con lámparas de gotas en cristal de roca, que se contoneaba con el paso y brillo de la cristalería de las bebidas alcohólicas y las ricas exposiciones artísticas que pendían de los cuello de las mujeres, sus brazos y sus manos. También los grises, negro y rubios de los cabellos de los invitados, estaban abrazados por ese manto de luz artificial, que los proponía a mi vista como una fábrica de glamur instantánea. Me transporté a la época de niño cuando el vendedor de algodones en el parque, hacía crecer melenas rosas con solo una pizca de azúcar, puesta dentro de una ancha vasija rotada por un motorcito de poleas. Una vez crecidas las melenas las enredaba el hombre en una varita, que me llevaba a la boca y en un santiamén desaparecían. Una ilusión.

¿Qué carajo, tienen que ver esos algodones azucarados con todos estos hombres y mujeres de dientes bien formados e impecablemente vestidos? Me decía.

Uno y otro de los amigos, se acercaba a mí, halagaban mis triunfos, me sonreían con sonrisas ajenas y las mujeres parecían desplumarse frente a mí, después del paso de pavos reales con que venían por el centro del salón unas, y el de jirafas africanas de otras.

-Pablito, te noto callado, ¿pasa algo?-
-No, Amada, nada pasa, todo está bien, muy bien gracias.-
-Pero… no pareces el Pablito que conozco.-
-Amada, de verás, estoy bien. Gracias.-


-Pablo, siempre he pensado en ti y mucho te he echado de menos desde que te fuiste del país; y de verás te he esperado todos estos años. ¿Por qué no vamos al pórtico, llevamos un par de copas y conversamos en privado?-

Yo acepté. Amada, en efecto fue mi compañera de juegos, era mi vecina con quien había pasado la mayor parte de la vida de niño y adolescente ¿Cuántas sueños y secretos nos hacían cómplices?

Soy hijo único de una familia próspera. Mi padre, un alto ejecutivo de una de las petroleras más reconocidas, con concesiones en este país, mi madre, reconocida voluntaria, de las damas azules. Mis padres nada me han negado, por eso antes de mis 30 años, he logrado escalar como pocos, todos los niveles de la educación, tocar tres instrumentos, dominar siete idiomas, permitirme la compañía de hembras de todas las razas y colores y viajar por los lugares más remotos de la tierra. Ahora, he regresado de nuevo a mis lujos y derroche de niño mimado. ¡Pero estoy solo! Tengo todo y no tengo nada. Fueron mis últimas palabras, cerrando conversación con Amada.

Terminados los aplausos, las despedidas de la fiesta y esos momentos en que la imagen mágica de las recepciones tiende a caer en vulgaridad, cuando los hombres adquieren aspecto de ultratumba con ojos enjutos y acuosos y las mujeres previsibles se desengarzan los 15 centímetros adicionales y pasan a sus cómodas babuchas, dejando el encanto de las bellas jirafas africanas y las pavoneadas; mientras, otras menos previsibles, ritman con ellos en pasos de cisnes viejos. Nunca he entendido esos dolorosos gustos de las mujeres y sin embargo hoy me apenan. Me he recostado a la puerta principal y observo a los músicos de cámara empacar cuidadosamente los instrumentos que mas, que haberme incitado a bailar me han trasportado a aquella melodía de la canción de otoño de Varleine:

“Los largos gemidos de los violines del otoño,
Hieren mi corazón con monótona languidez”.


Fui a la cama, después de una ligera ducha, mmmm, que agradable sensación sentir los ríos de agua tibia tomándose su libertad para ir a donde quieren sobre la piel. Después de tantas manos y labios en contacto, -quizás sea una forma de lograr la purificación y recobrar mi esencia, Pablo- me dije-.

Recordé la tarea pendiente con Felicia.

Traje a la pantalla el número de las llamadas perdidas. Ya no había duda, alguien había seguido mi voz, pero una vez más sonó ocupado. Pronto vino el sueño, o mejor, esto que llaman ensueño.

-Sabes, ¿Pablo?- me dijo-. -Te he llamado infinidad de veces, desde cuando eras niño y jamás me has contestado. A ti, como a todos los hombres busco y muy pocos responden. Mis llamadas quedan perdidas, algunos como tú, mas tarde me buscan, otros, nunca.-

-Pablo, te inquieta tenerlo todo y no tener nada, te he seguido y lo sé y ahora quieres una respuesta. Es la misma que todos al final buscan “que necesito para ser feliz”. Tu mundo como el de muchos ha sido un mundo dado, con un algo impuesto para vivir, que al final termina siendo miseria. Ojalá, hubiesen tenido mejor suerte si una vez, por siquiera me hubiesen contestado. Ustedes los hombres, Pablo, hablan de suerte, pues bien, los hombres a tiempo podrían elegir un grado de felicidad, entre la búsqueda del placer –que es lo tuyo Pablo- y la huida del dolor- que es aquello por lo que has decidido llamarme-

-El placer total, Pablo, está en perfecta contradicción con el mundo entero y por eso es irrealizable e inalcanzable. Los hombres querrán ir a la Luna a Marte a Júpiter y querrán parcelarlos y venderlos a otros hombres, que quizás, puedan vivir allí, abandonar la tierra contaminada que ellos destruyen tras la búsqueda de la felicidad. Seguro, después querrán cambiar de galaxia y mientras tanto, se hacen viejos y mueren enfermos e infelices encerrados en ese mundo dado, muy a pesar de sus oraciones y jugosas donaciones para los pobres y para la guerra. Pablo, el poder, conquistado con la guerra no transmuta felicidad-.

-La felicidad, Pablo, es aquello que buscas ahora, Es la razón por la que llamo a los hombres. Pero mis llamadas no tienen eco, quedan perdidas-.

-La felicidad, es tu conducta. Para conocerla, debes despojarte de esa admiración excesiva a ti mismo, de la agresión hacia los demás, ¿recuerdas los desaires a tu nana cuando rondabas los 14? y no competir con otros a sus propias mujeres. Esto requiere paciencia, la misma que tuvo el escritor para ver que había tras la mirada fija y simple de un axolotl-.

-No hay mas medicinas Pablo, para ese abandono que vives en tu propio mundo y que llamas depresión-.

Como toda ensoñación es breve, la voz de Felicia se fue apagando y Pablo reincorporado buscó entre los anaqueles de la buhardilla, aquel envejecido libro de pastas borrosas y puntas ajadas como mapa de buque. Aquel incipiente libro, despreciado por los rasgos marxistas, que a duras penas y casi adivinando se leía “El malestar en la cultura”.

Rosaura Mestizo M.
(Inédito-registrado)

domingo, 31 de julio de 2011

LOS AMARRADOS

A la obra del fotógrafo caleño: FERNELL FRANCO

Despertó, entre sábanas oscuras y el claro-amarillento de un foco de kerosene,tenía los párpados hinchados y su humanidad abandonada. Una desmadejada y minúscula carne caía en la entrepierna y de la lira de su tórax podía lograrse una melodía.

Estiró músculos y huesos, una ligera flexión lo puso de pie y se dirigió al balcón de su cuarto en el hotel del puerto. Guerreando con diminutos rollos de guadua incrustados en hebras de cáñamo que hacían de cortina, descubrió la ventana. Sus ojos chocaron con la luminosidad del sol de la media mañana sobre el Pacífico; a manera de visera, uso una de las manos para proteger la vista y lograr ubicar tanto los trastes ruidosos como las voces y risas de mujeres y hombres que le habían impedido esa noche un buen sueño.

Como ráfagas, veía cruzar cabelleras largas, negras y rubias forzadas, y sobre el adoquín del patio, las huellas húmedas daban fe de pasos famélicos. Una cuneta a manera de aljibe reverberaba el agua con la cual compartían en común el aseo de sus cuerpos.

Fernell, había aprendido de Rembrandt, a fusionar lo corpóreo con lo espiritual en los retratos, además, que el blanco y negro eran la vida; de su propia inspiración, que eran los extremos monocromáticos, que no distraían ni engañaban la realidad ni admitían puntos medios, que los dos únicos efectos: luz y oscuridad, conservaban fielmente a los testigos.

Sin dudarlo, de inmediato pensó en la virtuosa Leica, la que hasta entonces le había asistido para dejar constancias de los cumplidos de fe cristiana a las familias: bautizos y matrimonios; también retratos de amantes, que dentro del marco de un corazón, sellaban promesas sobre el puente. Reversó los pasos, buscó una toalla y cubrió su humanidad de la cintura hasta donde el ancho de la tela dio. Después, echó mano a la ingenua compañera y clavó su lente en aquellos voluptuosos vientres que adelantaban un paso a las cabelleras. Disparó el obturador más de 20 veces, y lamentó no poder pasar una noche más tan siquiera en el lugar; le seguían compromisos para narrar con el lente la verdad urbana.

El evento del hotel de comienzo no le reparó ninguna novedad, fuera del interés por conocer los autores de los chillidos, pues las escenas de bares, caballistas sin chaparreras ni sombrero, socorriendo las caderas de las coperas de senos medio desnudos en los cafés de su pueblo, no le sorprendían. Le habían sido familiares desde niño; y ya por costumbre,la avidez de su vista fácilmente sabía consumirse en los focos de las luces rojas y verdes sobre las cabezas de los amantes, que con parsimonia se desvanecían hasta entrar completamente al blanco y negro. Verdadero acontecimiento.

Le pasmó, ver las uñas de gatas jóvenes en las mujeres.

Los ambientes marginales y los reflejos del agua tampoco lo herían: De los primeros, venía; y los segundos eran objetos de belleza y tranquilidad para el espíritu. Contrario sucedía con los desplomes de los edificios. Entonces, era la pequeña cámara quien lloraba las lágrimas de Fernell y quien extasiada por los acuciantes clips de su patrono, gemía grabando lo terrorífico de las escenas. ¿porqué la historia era destruida? Entonces, ¿qué iba a dar fe de ella?, ¿a dónde se repatriarían los sentimientos y los olores de las cocinas? ¿la música? ¿los llantos de los recien nacidos? y ¿las clemencias de los acusados? y ¿los adioses de los moribundos?... ¡Qué privilegio el de las iglesias!

Estos ambientes se nutrieron con voz y duelo de la violencia; blancos y negros de la cámara de Otelo Sudarovich, con quien compartió el exilio interior, el del yo. Otelo un refugiado italiano y Fernell, un desplazado de su propio pueblo. Otelo traía la violencia en imágenes y Fernell, preservaba en cientos de rollos la violencia entre liberales y conservadores. Asimilaba los bultos del mercado, con los bultos humanos. Como las mercaderías y los víveres se empacaban y desempacaban, se vendían o se amarraban; con los muertos de la violencia hacían lo mismo, tan solo que estos bultos permanecen amarrados y desaparecidos.

Las demoliciones eran los asomos de una ciudad en coma, un triste adiós a los secretos de sus muros y un camino hacia la nada. Como en el puerto, pensaba en esa mañana,-de quienes serían los espíritus de las muchachas-. Luego, le advenía el vértigo maternal para consumír el obturador, y éste volvía a repicar con emergencia. De antídoto, Fernell, volvía a la prosaica realidad de la ciudad.

Nada escapó al imán del silencio enigmático al obturar. Nada tampoco a la precisión de sus ojos, su lente y sus silencios, pues en un torrente, blanco y negro de perfecta soledad, dejó amarrados los hilos de la historia.

(Rosaura Mestizo M.)

domingo, 24 de julio de 2011

MILAGRO POSTUMO




Gabriel Pérez de 55 años y su querida esposa Leito de 53, ambos en edades apetecibles, con atractivos propios de quienes han creado estabilidad emocional de pareja y una práctica acomodación en el hogar al que han dedicado sus esfuerzos y su vida para culminar con el proyecto común que terminará en la vejez; cuando los parecidos físicos y sus costumbres sean más de hermanos gemelos que de marido y mujer. Habían planeado años atrás un viaje por el Caribe cuando cumplieran sus primeros 25 años de casados.


Un crucero, que partiría de Cartagena para ir internándose en los brazos abiertos de las aguas cálidas y tropicales, e impregnarse de las arenas blancas de Cancún al meneo de un reggae en Jamaica, las venias solemnes y veleidades azuladas que besan desenfrenadamente al acantilado de Bluff, el retozo infantil de los delfines en Roatan, la unión en un solo paso de las verde-claras aguas de los océanos en Panamá y terminar de nuevo en la heroica.


Habían dispuesto de 3 semanas para volver a sus pieles, ahora, sin menos austeridad y prejuicios que en los primeros años. Seguidos de esos otros años de espera que con exaltación y calma habían aprendido a desearse a través de las miradas cómplices extraídas del fondo de sus sexos mientras atendían las tareas de los niños.


Dentro de las valijas, engulleron las ilusiones de encuentros sin estrenar, los tiempos de abstinencias y las promesas de no abandonarse nunca, ni siquiera para morir a destiempo. Su relación había sido compacta como una roca, muchas veces golpeada por las dudas, solo por las dudas y como la arena sabe dejarse lamer por las olas, seguirlas, lentamente y sin difamar, ellos se mantuvieron por veinticinco años.


A las 10:00 p.m. del día anterior, previo al embarque decidieron brindar con un canelazo, para calmar ese estado interior y luminoso que les otorgaba la alegría y el frio que produce la ansiedad hacia lo desconocido. Platicaron animosamente sobre el viaje, repasaron mapas, itinerarios, fotografías, que les anticiparan el mundo desconocido. Allí en su habitación entre risas y abrazos Gabriel hizo que Leo le prometiera que nunca lo abandonaría ni a la hora de morir. Ella entre risas y besos a medio acabar, le dio el sí, que era tanto como nuevos votos para el resto de sus vidas. –Viejo, espero hacerte el milagro- dijo bromeando.


Muy temprano, salieron al aeropuerto acompañados de sus dos hijos para tomar el vuelo que los llevaba al Rafael Núñez. Allí, en menos de 3 horas estaban trepados en el enorme Pullmantur sumergiéndose en el ocean dream, del que exultaban a cada minuto sensaciones renovadas con el rítmico movimiento de las olas bajo sus pies, embarullándose en una relación casi simbiótica. Así concluyó el crucero.


De regreso a la heroica, arrollados por el embrujo que había dejado la travesía por el océano, quisieron despedir su última noche, lejos del bullicio. Ante el titileo apurado de los brillos del firmamento, tomaron sus manos, para nuevas promesas, y con el cuenco de ellas anidaron los cuerpos celestes. Gabriel y Leo, sin reparar sus cincuenta y tantos buscaron el lugar más solitario y se dejaron lamer por las olas, mientras ellos lo hacían con las suyas.


El intenso ébano de los ojos de Leo, era una ráfaga de luz en un bosque, que condujeron al marido a los entrelazados de la Muralla de San Felipe, para jugar a las escondidas. Cada encuentro se compensaba con un abrazo de fuego.


De pronto desaparecieron las risas y los llamados de Leo. Había rodado por una de las pendientes de la fortaleza, cayendo de frente como soldado al fuego inglés de otros tiempos.


**********************************************


Transcurría el día veintitrés de Diciembre dentro de la normalidad caótica, propia de la sección de urgencias en cualquier hospital, allí en la Clínica Santa Mónica.


El intrépido ruido de los motores de un helicóptero que descendía en el parqueadero provocó pánico. Asunto inusual en ésta clínica, pues solo tiene cobertura para unas cuantas camas, tiene prestigio y una nómina de destacados profesionales, ¡que pensar en un helipuerto!.


Se fundieron en un solo murmullo: sirenas, ambulancias, camillas y personal, pidiendo paso. Gabriel, como un fiel guardián, sigue a la masa de su mujer.


El parte médico indicaba que Leo había caído desde una altura de más de 6 metros, hemorragias internas y el trauma ocurrido 7 horas antes. La paciente viene trasladada del hospital Bocagrande de la ciudad de Cartagena, su esposo se ha negó a cualquier intervención y exigió su traslado a esta clínica. Anunció un paramédico.




¿Es usted el Doctor Barrera? Soy Gabriel Pérez el esposo de Leito.


Si, soy el doctor Barrera, lamento conocerle en estas circunstancias.


Con voz ahogada dice Gabriel: Usted es el único que puede salvarla. Por favor ¡sálvela!


En la sala de espera queda un Gabriel fundido entre angustia y miedo, recordando las promesas mutuas de no morir el uno sin el otro, mientras dos lágrimas huérfanas ruedan acompasadas por sus mejillas y se pierden en el verde mostaza de su camisa.


Señor Pérez, tenemos los resultados de las pruebas practicadas a su esposa, retumba una voz en los oídos sordos de Gabriel.

Señor Pérez, su esposa tiene destruido el diafragma.


¿Qué es eso doctor?


Es un músculo que separa el tórax del abdomen para evitar que los órganos internos se junten entre sí, y…. es además el músculo más importante para la respiración.


¿Su esposa había tenido algún dolor antes del accidente?


¿mmm, Si doctor, a ella le habían detectado una hernia.


Precisamente, señor Pérez, el músculo está debilitado a causa de una hernia diafragmática.


¿Eso es muy grave doctor?


No puedo mentirle. No es grave. Es muy grave.


Pero usted es el mejor y por eso la traje aquí. ¡Usted me la va a salvar! ¡Usted me la va a salvar!


El doctor, (un agnóstico respetuoso de toda creencia), miró a los ojos de Gabriel y en su silencio se leía: si usted es creyente, quizás el milagro se haga en mis manos. Enseguida atravesó el corredor y se perdió con la primera curva de la construcción.


Pasada un poco más de la quinta hora de intervención, se escuchó un grito aturdido dentro del quirófano, el médico descubrió el rostro y la cabeza, secó las gotas de sudor surgidas de la rabia y el dolor. Tomó el impulso necesario para ir a Gabriel y desenfundarle la única verdad.


Caminó pausado y se paró a la espalda del hombre, dispuesto a enfrentar sus ojos acuciosos de juicios.


Dígame que todo salió bien. Por favor. Leito es mi vida doctor.


Murió (musitó el doctor).


Usted es el mejor. ¡Por eso la traje hasta aquíííí!


Vino un paro respiratorio. No dio lugar a resucitación.


Eso quiere decir que la dejó ir. ¿Verdad? Eso… ¿quiere deciiirrr?


Lo siento. (Atinó a responder el doctor)


Gabriel cayó desplomado en la silla y su alma voló en busca de la de ella. Tal como lo escuchaba todos los domingos en la iglesia, el alma debía estar en el aire.Pensó.


Al cabo de un tiempo, se reincorporó, pidió los resultados de las pruebas, auscultó las radiografías, pidió ser llevado a la sala de rayos X para buscar a través de la luz blanca algún mensaje de Leo.


En el diafragma destruido, el leyó: “Viejo, Te has quedado sin mi presencia, sin mi carne, sin nada. ¿De qué podría servirte un algo? Para cumplir mi promesa, he implorado al vacio, el milagro de permanecer junto a ti por siempre.


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Gabriel, viste el traje de boda. Lleva siempre un ramito de azucenas frescas y todos los días está con ella.

viernes, 15 de julio de 2011

Eligiendo Caminos: MONÓLOGO DEL ZORRO

Eligiendo Caminos: MONÓLOGO DEL ZORRO

MONÓLOGO DEL ZORRO

Basado en la obra "MIENTRAS NO TENGAMOS ROSTRO" (Clive Staples Lewis)-Retorno a un mito-

Yo, ahora mensajero de nuevos dioses, viajero de la luz, vedme aquí en la esponja crepuscular y en las entrañas de Corus. No protejo a la pequeña Orual, pues ella desgranó denuncias a los dioses, ha obtenido querella, desmanteló su rostro. Ya no teme.

Me he elevado a los cielos para observar los hombres-dioses. Me he detenido al norte, en un punto negro y luminoso con una melodía convulsiva, y presencias. Son los replicantes de ‘Blade Runner’ habitando cada quien su propia existencia, y me pregunto ¿qué han hecho de Istra? ¡Qué decadente presente! Si hasta sus recuerdos son artificiales. ¿Qué será del futuro humano? Tal vez, un juego entre lo que son y no serán. Carencia de amor genuino. Acaso vuestros dioses, ¿no os han colmado de belleza? musas diría yo en mi pasado humano, hoy, verdades que conducen al poeta.

Ahora, lejos de mi dolorida esclavitud, traigo del recuerdo, las veces cuando detrás de los perales, guiaba el encargo de hacer de las princesas, sabias; y decía “que no hay infiernos ni dioses tales, solo al dios que hay dentro de ti debes obedecer: razón, templanza, autodisciplina”; y desde esta instancia escucho hombres repitiendo y repitiendo nombres de nuevos dioses. No callan. Palabras, que contrario a mi discurso solo los consumen en su propio infierno, que los hacen celosos del gozo ajeno y azarosos en el desdén de lo artificial. Pregunto de nuevo ¿dónde han abandonado su razón y su templanza?

He visto mi Grecia a la que nunca volví. Vive las doctrinas contemporáneas en una nueva Gloma. No su auténtica sabiduría. No siguen ni tan siquiera la que dejaron por herencia sus dioses y sus sabios. Hombres que humillan y vapulean a otros. Pregunto: ¿Cuánto eléboro necesitaría, para regresarlos de ese letargo? antes que despierten y rujan igual que la montaña. Que Odiseo aún no os descubra en esta inconsciencia de su reino. Hombres, ¡ah hombres! recreados tan solo en la racionalidad científica-tecnológica que al todo natural lo cuantifican, lo miden. Hasta a la lluvia. Conciben mentiras y se convencen de ellas. Esa es la conciencia. El mismo itinerario aletargado de mi reina Orual por algún tiempo; ella profesaba su amor por Psique como algo profundo y cierto; cuando en realidad se trató de un amor egoísta. Sin saberlo.

Las luces artificiosas en el planeta comienzan sus entradas; y el manto negro se hace presente. Le veo temible. Quizás por que guarda secretos oscuros que los hombres vigilan. Avaricias. ¡Ah los dioses! Hombres, ¿habéis oído de la furia de los titanes? ¿Sabéis que ellos han preferido la noche para desbordar sus furias? Que están enojados y vuestras alabanzas no los alcanzan? Posedón, dueño y señor, abre tabiques: destruye, sacude montañas, fulmina vidas, inundan ciudades, consume industrias… ¿Podéis creer que hasta mi llegan nubes del veneno capitalista? Destrucción por destrucción en esos campos donde solían nacer sus dioses. No hay interioridad. No buscan la belleza oculta. Hombres a quienes les aterran los demonios de sus sueños. Los evaden. Si esa multitud de pensamientos oscurecidos no son nada diferente a las replicas de sus propias verdades, a verdades ocultas del presente y el futuro y suelen decir ante la revelación de una imagen de la interioridad. “Me traiciona el subconsciente”; pues son las intenciones de la mente, derivadas de su ego y trabajo de consciencia; los que abandonan su otro lado. La belleza oculta. La que indica errores. Prefieren la vigilia para inventar el exterior, la belleza física, crecer y hacerse temer. - [“donde el orgullo es de sobra insistente, el recuerdo prefiere ceder”] (Nietzsche). y se convierten en presas del ansia. Sus dioses son meros símbolos eternos.

¡Quién pudiese creer que en la montaña, mi pequeña Psique encontrara su felicidad! ¡Ni yo de comienzo lo creí! Venerable griego, hombre de templanza. Fueron las palabras emergentes de la pequeña Orual, la del velo, las que me condujeron a la balanza de lo justo y ahora le sonrío al tiempo. Quizás por esto, también estuve en letargo y dije que la poesía tan solo eran palabras. Erré.

Si mi pequeña Orual hubiese muerto en el momento mismo de la amenaza divina, no hubiese vivido su fealdad. No hubiese luchado su reinado, y yo no hubiese comprendido al poeta.

Ya, Eco besa las orillas de sus padres, e Iris motiva las discordias para que los hombres continúen extendiendo los enigmas entre lo aparente y lo real de sus vigilias.

La luna, comienza a elevarse y yo a bajar con Nix, quizás descanse sobre Poseidón o camine Lesbos, allí repasaré poemas.

¡Pobre niña mía!, ningún extranjero ha podido devolver su libro a Grecia. Todos continúan ocultos tras sus velos.
“Dios mío, si tu hubieras sido hombre, hoy supieras ser Dios” (César Vallejo)

lunes, 27 de junio de 2011

UNA HORDA PARA UN ILUSTRE

La muchedumbre hereje llenó la plaza. Transcurrían las tres de la tarde y las campanas de la catedral repicaban monótonas despidiendo el duelo de un ilustre. Eran hombres imberbes y doncellas intactas. Ayer estuvieron recogidos en pequeños bares y bibliotecas de la ciudad, dejándose atrapar ya no por los envejecidos cuentos de hadas ni por esa histórica descolocada que cuentan algunos viejos en las alamedas y parques o en las escuelas cuando los niños empiezan a leer, ni de los comics opacos e inmóviles que mostraban los diarios donde siempre había un bueno que triunfaba sobre un malo.

Dedicaron el tiempo a hacer poesía; la que embalsama a nuestros propios encuentros con una realidad pestilente y enrollada en el diván de verdades amargas. Ayer, cada uno de ellos era semilla de su propia madera, no la que llega a los océanos oscuros y maquillados por intereses usureros ensañados en la destrucción colectiva. Luego no era en vano que la muchedumbre joven se aglomerara frente a la catedral. Allí, como en todas las iglesias las campanas y el reloj permanecen en constante cópula expidiendo órdenes, viejo trabajo de mando.

Sara, miraba el reloj de la catedral a través de la ventana de su piso alto y una marquesina la protegía del débil sol de esa tarde. Marcaba las tres; las campanas le notificaban del suceso y en cada tañido parecían estar llamando de nuevo a la pobre tía Mary; recordaba que sus funerales no fueron tan concurridos como los del ilustre y le dolía profundamente. Pues tía Mary había sido tan bondadosa como el viejo Ernest, su marido.

No consideraba justo que tan solo diez personas hubiesen asistido a ellos; sin contar por supuesto con el perro de la tía que aulló en la puerta de la catedral ni del par de azulejos que dejaron de comer por siempre.

Ese día, veinticinco de Abril, la chica permaneció inmóvil y su respiración era un suspenso acalambrado, la habían despertado intempestivamente los gritos de dolor de tía Mary. Enrolló las manos en las mangas del suéter café y prefirió explicarse a sí misma la escena que tenía ante sus ojos. No podía ser de otra manera, la tía Mary no había sido tan buena, como el ilustre.

En la plaza, la turba inhalaba un raro aire de ira, no había una consigna fija que uniera sus voces, parecía una enorme celda con presos hambrientos de libertad, elevando pañuelos no como signo de despedida y que vista desde la trinchera de Sara era un movimiento inmóvil, un grito incomprensible, una inmisericordia agitación de pañuelos que por momentos parecían agotarse y desaparecer.

Martín, un compañero suyo de escuela, había estado el día anterior en el bar que por la última década había frecuentado y por el que perdió su honorable oficio de sacristán en la catedral, cuando sin saberlo empotró sus pasos a los del obispo tras la misma morena. Su rostro, evidenciaba una imagen diferente a la de ella. Martín se veía alegre, enérgico, era parte de la imantación ungida en la plaza; había estado en la noche anterior como los demás preparando la despedida.

Sara continuó frente a su ventana, con la extenuada luz de la lámpara y las sombras holgadas de los cristales.

El ilustre, fue un hombre de piedra y extraño ante la gente, de batallas constantes bajo las faldas de las muchachas y de dientes zurcidos que callaban las voces de los niños en las calles. El ilustre fue un militar sediento.

ROSAURA MESTIZO

lunes, 20 de junio de 2011

GATOS


CONFESIONES DE GATO-LINO


Un día de septiembre cuando corría el viento dispersando recuerdos de los niños de verano, yo estaba en la poste de la Vía Pietro Manzi, temblando.

Todos pasaban y se me quedaban mirando, eran tan grandes y tan diferentes!… nadie tenía algo en común conmigo. Me aterraba su tamaño. Yo no tenía mamá; quizás me había abandonado; no sabía comer ni que se comía, menos como buscarla. Tal vez mi destino estaría vagabundeando, como muchos hermanos; o como farandulero gato en la T.V. siendo explotado.

Cuando me quejaba a través de mis miaus, una niña se acercó, me miró, yo retrocedí, doble mi dorso y sin voluntad creí que me estaba atacando. No señores; los ojos de la niña me cautivaron. Ella me llamó dulcemente, gatito, ¿qué te pasa gatito? ¿Por qué estás solito? Me sentí pechichado; y por mi malicia gatuna me sentí a salvo.

Ella afinó su oído, quería comprender mis miaus, y en mi lenguaje gatuno decía: estoy solo, estoy en peligro, estoy asustado.

Con el tiempo he aprendido, a ir al veterinario, me cuesta!, me cuesta! detesto que me abran la boca y me tiren la lengua, que me introduzca no se qué cosa por el ano, que me limpien el pelo, ¡carajo! ¡ con mi lengua siempre estoy trabajando!

No entiendo a los hombres: limpian la casa con fragancias que me están irritando, y las mujeres… ¡vaya las cuentas! Contando, contando, con los perfumes, que Oscar de la Renta, que Carolina Herrera, que son importados.

Ahora voy a visitas, dizque para que vaya socializando…. Miauuu! De los niños comprendo el berrinche. Pobres de ellos, pues como a mí, ponen sus manotas sucias sobre mi cabeza, “Hola gatito”, “que lindo gatito” “cuanto tiene el gatito”; ¡vaya atrevidos! Tengo que jugar a ser educado, pues ser hipócrita es mejor que estar enjulado.

A la hora de la cena y ante los invitados: ¡zape gato! ¡Fuera gato!, cuanto me gustaría saltar a la mesa y atracar los olores. Mientras que ellos felices siguen comiendo y bebiendo. No lo duden señores, muchas veces lo he pensado.

Pero, ¡claro!, yo estoy satisfecho con eso que dan los humanos, pues peor sería la vida vagabundeando, y no por la escasez de comida o por el sitio en que me quede pernoctando. No, no señores. A ningún gato le agrada doblar la espina en cualquier lado, o lucharse una alacena con ratones guarros. Puff!!! Es de pura resistencia que sigan, mi cabeza tocando.

Por eso cuido el sombrero, este que me ha salvado de caricatura de gato; como Garfield, cambiado por un parmesano, o Tom, convertido en gato malo, o como ese otro pobre gato, el Félix, quien lleva más de 90 años trabajando; sus dos productores dinero ganaron y ni una pensioncita han Félix pagaron. Por fortuna, esta chica me salvado y feliz paso la vida ronroneando. Es ella, mi sombrerito mágico. Gracias, Caro-lina.

R0saura Mestizo Mayorga

domingo, 12 de junio de 2011

LAS PSICOFONÍAS DEL MATRIMONIO

De esas inspiraciones que llegan tras las historias de vida, como la que oía esta tarde mientras esperaba recuperar el brillo azul de mi carro. Contemplando el rostro de Manuel, el hombre del lavadero, que carga como muchos de todas las esferas sociales con esa amargura que causa el maltrato, que a veces creemos impenetrables en los hombres, y nos olvidamos de sus sentimientos.

En Manuel asomaba un brillo extraño que inundaba el café de sus ojos, la angustia de los labios, no daban tregua a sus palabras atropelladas para contar su historia.

Todo comienza con esas crisis en las parejas cuando no les alcanzó el amor para cumplir con lo prometido ante Dios: “Acompañarse y ayudarse hasta que las muerte los separe”. Porque el amor les falló o murió primero. Pero se resisten a admitirlo y pretende mantenerse juntos creando un amor violento; y uno u otro a su manera pretenden edificar el desamor; paradójico es decirlo: un amor a la fuerza; un amor degradante, y para conquistarlo cambian las palabras dulces por la aspereza y el hielo.

“De hecho decía Lutero en su obra: (De las cuestiones del matrimonio): nadie puede negar que el matrimonio es una cosa externa y mundana, como la ropa y la comida, la casa y el hogar, sujeto a autoridad mundana, como lo demuestran tantas leyes imperiales que lo rigen”. Suena rudo este juicio, porque la Fé equivale a confiar en la totalidad de creencias, principios y pensamientos que hacen parte del fiel o creyente en una religión, lo cual valida creer en los testimonios. Por esta razón los ritos del matrimonio pueden equipararse a unas psicofonías, esas frases que se cobran fuerza diariamente, que por la fé ata al maltrato mutuo de muchas parejas en el tiempo. Que obligan a cargar con una cruz.

Las palabras rituales del matrimonio, toman fuerza mágica. Manuel relataba llevar 10 años de matrimonio,todo fué muy lindo, dice y sonrie; de vestido blanco, torta, y banda del pueblo, algo por lo alto, no niega haberse casado enamorado y confiando en que era la mujer de sus sueños, con gusto por encontrase en los ojos de un hijo.

Entró por su libre voluntad en el compromiso obligado de un buen católico, pero Vera su esposa no quedaba embarazada, solo pasados 4 años el “señor lo quiso”, dice. Usted sabe uno tiene la ilusión de tener sus hijitos como lo manda Dios, repetía Manuel, por fin llego el chino, aun que con algunos problemas bronquiales, que hizo que Vera dejara de trabajar para atenderlo y por supuesto… pues yo tenía que rebuscarme por los dos y ahí es donde comienza el calvario señora querida: Para Vera mis horas extras de trabajo, eran horas de amigos y de farra, después eran “las mozas”, Con Vera se apagaron los besos y las miradas se cruzan para recriminarnos.

Yo ahora no quiero llegar a la casa, la angustia se me atraviesa en la garganta, pero me desahoga la necesidad de mi hijo, me falta la presencia del chico, se que necesita mi acompañamiento, sobre todo por que como todo niño le aficionan los carros y mi trabajo lo mira de héroes. Por el estoy allá.

Carlitos anda en los 6 años y ya ha comenzado la escuela. A veces me hace unos juicios que me dejan atontado y me asustan, ¿puede un niño saber tanto de la vida? Por ejemplo mire usted un sábado en la tarde, un par de clientes no llegaron al lavadero a las 6:00 p.m. a recoger sus carros y pues tenía yo que esperarlos, soy el administrador; ellos llegaron pasadas las 7:00 p.m., y como supondrá usted, viajar de la Calle 45 a Lijacá, se lleva su tiempo. Carlitos entonces me esperaba en la puerta de la casa, con los brazos cruzados, tenía una mirada de hierro encendido y me dijo: “Ah, por fin llega? ¿Le dio permiso la mujer de venirse?. Si usted no viene temprano nos vamos con mi mamá a donde no nos encuentre!, yo no sé señora, si Carlitos pueda pensar eso por cuenta propia.

Manuel siguió contando su historia, pero hasta aquí fue suficiente; entonces sumé recuerdos de otras historias parecidas, en mi ejercicio profesional y encontré argumentos suficientes para escribir sobre el tema, pues antes había dudado de la veracidad de los relatos de algunso clientes, para que negar, pero venido de Manuel que no sabe a que me dedico y seguro no tendrá como solucionar una separación legal, de el percaté su dolor sin ningún costo, ¿cómo dudar?

Cuando una pareja católica decide de su libre voluntad casarse, la alianza se cristaliza en las palabras rituales de uno u otro esposo; claro, hoy en día, hablan más los novios que el sacerdote, no podría estar muy segura si es para otorgar mayor participación a la comunidad, o para trasladar la responsabilidad a la pareja y evitar a la iglesia mayores murmuraciones.

Veamos, dentro del ritual del matrimonio quedan palabras mágicas, que con el tiempo se vuelven psicofonías “Lo que Dios acaba de unir que no lo separe el hombre;,” ¿Están dispuestos a recibir con amor los hijos que Dios les dé, y a educarlos según la Ley de Cristo y de su Iglesia?-Si acepto-; “recibe este anillo como signo de mi amor y de mi fidelidad”. Entonces estas promesas mutuas por arte de magia y a falta de presencia física de Dios como abogado, empodera a uno u otro de la pareja, y se hacen exigencias en nombre de Dios.

Vera, la mujer de Manuel será una mujer de casa, supongo que ahora que Carlitos va a la escuela ella podría trabajar y ayudar un poco en la economía, pero la irascibilidad y sus juicios de valor frente a Manuel han roto no solo el compromiso ante su Dios sino que seguramente a ella también hace rato se le murió el amor, por eso quizá Vera, usa y abusa de Carlos para procurar retener a Manuel a su lado, quiere mantener la mundana costumbre de mostrar marido, a ese hombre que hace rato la olvido, que dejó de verla con la musicalidad propia del enamoramiento, que posiblemente ha olvidado de qué lado respira en la cama.

Se dice que no hay algo más cruel, que ignorar la presencia de alguien presente. Esto deja huellas tan profundas que como dice Joaquín Sabina en unos de sus mejores poemas musicalizados “A este ruido, tan huérfano de padre no voy a permitirle que taladre un corazón, podrido de latir”; y puede ocurrir que se agredan o se abandonen físicamente, pues de todo lo demás hace rato se olvidaron.

He sido severa en mi ejercicio profesional con esos hombres que han rehusado a sus deberes de padres, con aquellos que han escondido hasta su estómago con el propósito de justificar la carencia de trabajo para evitar una mínima cuota de alimentos o de aquellos que creen que la madre de sus hijos come por la misma boca de ellos.

Sin embargo, aquí me refiero a otros casos; a esos como el de Manuel-padre, con toda la disposición de amar a su hijo, pero con la limitación y la amenaza que ya Vera le ha notificado a través de las palabras de Carlitos “nos vamos con mi mamá a donde usted no nos encuentre”. ¿Qué tantas Veras usan a sus hijos como instrumento de batalla para retener a su lado a ese hombre que solo es sombra en la casa? ¿Qué tantas Veras manipulan la alegría de los padres para ver a sus hijos? Qué tantas Veras esconden los bebés al derecho de los padres para verlos y reconocerlos? Podría asegurar que son muchas Veras, podría asegurar también que los hombres que buscan a sus hijos, que los aman, nunca se separarán de ellos, aun cuando ya no, amen a sus mujeres.

Pero no solo ocurre en las parejas casadas. Muchos y muchas sin estarlo, pretenden blindar un supuesto amor a una circunstancia, a un encuentro casual o porque no, a una intención, y usan a sus hijos con el mismo fervor de maltrato.

Mujeres, de algo se dee ser conscientes, defender la dignidad va mas allá que sobrecoger un falso matrimonio, ser digno implica también ser astuta, permitir que el hijo por si mismo descubra las cualidades y defectos del padre; que se nutra de sus ilusiones; tener presente que el amor de padre es diferente al de esposo o novio; que ese amor no nos casó; que los hijos crecen y mas nos reconocerán, sin viejos rencores; y por sobre todo, libérese del desamor. Déjelo ir, mas tarde se lo agradecerá usted misma.



ROSAURA MESTIZO MAYORGA

jueves, 2 de junio de 2011

ESPEJO

“Hoy la aguapanela para el desayuno está riquísima, le he puesto hojitas de yerbabuena y de menta”, decía contenta y con voz de ópera todos los días a los 6 niños.
Ella, la mayor de los hermanos de una familia campesina, fue responsable de los hermanos cuando sus padres dejaron de serlo y fueron convertidos en cruces. Sus padres habían sido positivos de la violencia de los años 50.
Tenía claro que la misión estaba reducida a ir tras el pan y las contiendas para mantener viva la historia de su madre. Cuando asomó a los 12 años y recreaba sueños adolescentes con las dos cúpulas erguidas, anunciando gacelas alegres en su cuerpo y el cantón del sexo floreciendo, seguro estaría ella en el puerto preciso para caminar los pasos del amor sobre un espejo.
Ahora a los 35 cumplidos comprendía que lograrlo, estaba a una distancia tan indeterminable como conseguir cada año unos zapatos nuevos. Sin embargo, un 29 de Junio (día de fiesta religiosa) partió en el primer campero del mercado, rumbo a la ciudad grande, a la de los muros que llena de sueños a los hombres descalzos, a los mismos que viven entre las zarzas y crepúsculos, donde las sombras de los árboles jadean al ritmo de los instrumentos de sus propios vientres y el color de las tardes son del color de los sueños de los niños.
Ella iba resuelta a buscar su propio pan en la ciudad de las luces postizas; quería enfrentar todas las esperanzas, las propias y las heredadas desde los años de infancia.
De puerta en puerta y a diario, ella tocaba cada esperanza y solo encontró una muchedumbre anémica, calles vacías de chicharras y pericos que celebraran su paso con los berridos; negocios prendidos de música estruendosa que nada decían ni al corazón ni a los oídos; mujeres semidesnudas ebrias y hombres desajustándose las braguetas con la intención de plantar un pequeño tallo, pero ella no veía la tierra lista para la siembra, tan solo cemento.
Una noche, durmiendo entre cartones, escuchó la voz doliente de un hombre joven y tan flaco que parecía disecado como los cueros de los conejos de monte que su padre clavaba en el patio...¡ cúrame, mi alma duele ! Ella corrió con la ignorancia de su auxilio, volteó una tras otra procesión de basuras a su paso; se sintió de pronto común a ella, lloró, miró al cielo, mientras dentro de sus piernas sentía el fuego de un demonio.
Ella, al igual que la madre volvió a su tierra, con desesperanzas. Regresó si. Pero regresó, con ojos de menguante.
Al otro lado, ella no alcanzó nada.

Rosaura Mestizo Mayorga

domingo, 29 de mayo de 2011

FRONTERAS/ ARRUGAS

“Volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien…”

Desde que Francisco regresó a la casa paterna, tararea a diario los versos de este viejo tango. Vino del servicio mercenario en lejana guerra.

No supo cómo o cuando se le pasaron los años, en 30, no distinguió la noche del día, efectos propios de las artificiosas luces que produce la guerra.Tampoco vió a menudo su rostro, quizás una que otra vez en el pozo azul del agua marina. Lo vió hudizo.


Francisco regresó a casa, cuando la madre había abandonado los 70 y el padre avanza sobre los 80. Fue hijo único, privilegio para algunos o desastre para otros, -según dicen-.

Del corazón del padre, había aprendido a pescar la bondad que tienen las estrellas y de la madre a celebrar las dificultades con armónicas sonrisas.

A Francisco le sedujo la distancia y la gloria, por eso vendió los brazos, las piernas, vendió también la parte de sus padres. Vendió todo. Así que su rostro fue
camuflado por años con los colores de la guerra.

Cuando Francisco decidió el lunes 2 de mayo aceptar la oferta, no le tembló la voz, ni el corazón se alteró; su decisión fue tan fría, que la mañana siguiente nació helada.

Pasaba por los primeros 25, cuando invitó a sus padres después del desayuno al pequeño balcón que mira en las tardes a los niños jugar al fútbol. Le indicó a cada uno su lugar.

"aquí no hay nada que hacer, este diploma solo es presencia ahorcada en la pared, por eso ella respira. A mí no me ha dado nada. Ya no seré funcionario público. ¡Me voy!. Sentenció".

La madre empalideció y pasó el brazo por la frente, sintió que el solo anuncio de Francisco se le llevaba medio vientre y para evitar que las palabras de ruegos se le escaparan en la valija del hijo, cerró la boca.

El padre caminó alrededor de la silla dejando caer el rítmico sonido nervioso de los dedos sobre ella; después, dejó perder la mirada entre las vigas y eligió una, quizás ella tuviera la edad del hijo. -¿Quién puede imaginar que los restos de un árbol crecen, lloran con los niños y también se arrugan?-; y ahora, eran los ojos de Francisco que seguían el mismo y los ancló quizás, en el mismo punto incierto del viejo. Solo vio una viga, ni siquiera un objeto, un simple algo envejecido, acaso -¿qué importancia podía tener las vigas que sostiene un techumbre?-

De pronto, como una ráfaga cayó la mano del padre sobre el hombre de Francisco y meneó la cabeza en señal de aceptación o ¿ resignación?. ¿Cómo reprochar la partida, si el mismo, de tiempo en tiempo lo había abandonado, y de cada viaje traía en su rostro y en sus manos el abono de fronteras?.

Dejó caer el silencio: podemos saber ¿a dónde vas y que harás?

Francisco sin saberlo, contestó como un lobo estepario: "A buscar futuro.Volvió a sentenciar.
¿A dónde Francisco, con quién?, sonó suplicante.

El buscaba una maldita respuesta que derrumbara las que vendrían y mientras llegaba, colocó las manos sobre el mantel blanco para sellar vida, en la casa paterna y marcar territorio de macho joven. Aventurero. No sospechó que sus manos no eran de el, eran de la guerra; que dentro de muy corto tiempo, días, quizás horas serían ajenas.

Cuando Francisco regresó a casa, venía cargado de símbolos, por supuesto ¿quién que viene de tierras extrañas e inhóspitas no los trae? y ¿quién que como Francisco vuelve de la guerra, no trae honores?

El reencuentro de los dos hombres, fue el de dos sombras deslizándose en un acantilado. La madre no estaba. Esa indefinida espera por Francisco cavaba diariamente mas fronteras; y un día cualquiera su corazón se apagó.

El padre había adquirido paso de fraile viejo; y el rocío de los ojos de encuentro multiplicaron los ríos en sus fronteras. Los ojos de Francisco se inmovilizaron. Por primera vez se notificaba de la marcha del tiempo.

Aquellas parcelas en el rostro del viejo, lo remontaron a las minúsculas raciones de alimento que le daba la guerra, y en las huérfanas huellas que dejaba la sangre sobre la arena.

El padre, no preguntó nada. Desde el mismo momento en que sus ojos se cruzaron con los de Francisco, supo que las fronteras del hijo, eran el futuro que él había ido a buscar. -¿Para qué preguntar?-

El padre tomó las ancianas sillas, desdentada una y coja la otra e invitó al hijo a ver partir el día, tan solo ha eso.

Al día siguiente, Francisco despertó de madrugada como en la guerra, quiso merodear la casa y comenzó por los objetos de la madre. Sobre una cómoda encontró el portaretrato de su primera comunión, reconoció los pájaros jóvenes y alegres, frente a un cirio blanco e inmaculado que sostenía el niño, también una flor; y en el fondo un nido que ganaba el color de los años. - Las fotografías como la virgen, son de esos cosas de casa que no revelan fronteras. Las fotografías nacen para los recuerdos y la virgen, cambia de color pero siempre es una joven pálida y anoréxica-.

Pero, ¿cuántas fronteras encontró Francisco de su rostro en la luna del portaretrato ?. -¡Cuantas reductas vidas! Cuántos símbolos parcelados! Cuántos infames honores!-; he impotente como una antílope salió de la habitación, buscó una silla y descargó el cuerpo. Cerró los ojos, repasó combates, histeria de mujeres, maldiciones de hombres, cuerpos de niños desnudos, bocas sin gritos, soldados aturdidos. Francisco quedó sumido en la pesadez de su propia atmósfera. Moría.

No, Patético era figurarse que el corazón como el de su madre huyera.
¡Carajo! ¿que he hecho de mi? reflexionó con impulso guerrero. Pero la parsimonia que trae el cansancio en el tiempo, tan solo le ha permito desde el balcón, el tarareo: "tengo miedo de las noches que pobladas de recuerdos encadenan mi soñar…

Y Francisco seguirá buscando los motivos de las bellas arrugas del viejo.


Relato inédito y registrado.


Rosaura Mestizo Mayorga

lunes, 23 de mayo de 2011

LA POBREZA CRECE

Mientras el país es invadida por el agua, cultivos y animales se pierden; a los niños se les niega el derecho a jugar con su tierra y hombre y mujeres se empobrecen, otros acaparan en sus arcas de Noé para la usura. Que lastra de descomposición !!!!!

jueves, 24 de marzo de 2011

PROSA SUECA


" La aurora boreal se retuerce como un dragón a través de la noche. Las estrellas y los planetas tienen que rendirsen al gran milagro de luz resplandeciente que, sin prisa, se abre paso por la bóveda celeste.
Viktor Strandgård sigue el camino con la mirada.
{Me pregunto si la aurora boreal puede cantar - piensa-.Como una ballena solitaria canta bajo el mar.}
Y,  como si su pensamiento la hubiera alcanzado, la aurora boreal se para un segundo. Interrumpe su interminable viaje. Observa a Viktor Strandgård con sus ojos frios de invierno. Porque allí tumbado, es bello como un ícono. La oscura sangre parece una aureola alrededor de su pelo largo, rubio, de Santa Lucia nórdica. Ya no se siente las piernas. Está adormilado. No siento dolor".


(Åsa Larsson)


Toda esta maravilla literaria, una prosa sencillamente aterradiora en belleza con lluvia de ilusiones ópticas; para entrar de lleno la autora en una de las tragedías mas escabrosas que se ocultan en la iglesia de la Fuente de Nuestra Fortaleza en el norte de Suecia.
Solo alguien que convive días y noches con la aurora boreal, que acompaña su danza al ritmo del viento, que se observan cara a cara, es capaz de derramar sobre ella estas palabras de miel.

No dejes de leerla si aún no lo han hecho.


ROSAURA MESTIZO MAYORGA (Comentario)

miércoles, 16 de marzo de 2011

CORRUPCION: CONDICION NATURAL DEL HOMBRE O NECESIDAD COMPETITIVA DEL INDIVIDUO




Atendiendo a la comprensión paradigmática del asunto en cuestión, hoy en día parece desaparecer la perspectiva psicológica y dar lugar a las económica y política.
Desde hace algún tiempo se ha dejado de lado aquello de “la naturaleza humana”; por el contrario se ha adelgazado el tema que en años atrás no muy lejanos, eran iluminación tanto de los estudios psicológicos, como de la estimulación ético-filosófica en el modus vivendi del individuo.
Hoy contrario a esto, se recurre a otros estudios tales como los antropológicos, y biológicos; pero en todo caso la superioridad la llevan teorías económicas, mercados y la competitividad empresarial que sucumben al individuo. Recurrentes competencias, juego al que más gane, sin importar como ganen.

Vale decir que no solo la explosión de necesidades emergentes en el actuar de las juventudes han procesado sus conciencias, cambios tan radicales de los valores sociales que se transforman en conductas aberrantes dentro de la ilegitimidad e ilegalidad de sociedades en las que embullen el utilitarismo ya no salvaje, sino sofisticado y el individualismo apabullante. Todo concebido desde el poder económico.

Así, un sistema individual que compromete los comportamientos humanos, su aprendizaje, su motivación, sus objetivos, no surgidas precisamente de esa cultura interior de su propio ser, sino de una cultura basada en la objetividad, la de ver hacer, la cotidiana, la vivida y compartida en el barrio, en el parque, en la escuela, en la universidad y por supuesto, la audiovisual propagada en los medios de comunicación; donde solo funcionamos como observadores, algunos, estos los que como Harry Haller, vivimos al modo del lobo estepario, en constante angustia, el drama de la íntima solidaridad, pero atados. Los que vivimos en esa estepa íntima donde los temores son más que los propios instintos y las  esperanzas. Vivimos preguntándonos que es lo justo es nuestra propia estepa y si son alcanzables las de otros. En el marco de lo justo. Al menos, me respondo con una de mis propias justificaciones: Que cosa diferente puede hacer  un animal en cautiverio, a mas de levantarse, menear la cola y enlanguidecer una mirada fija pero huidiza.

Muchos de nosotros, esteparios, bajo una tapia pesada,  oscura sin paso, tan solo poseedores de una vista al viraje ardiente de la corrupción.

¿Nuevos valores sociales? Nuevos actos de las renovadas teorías económicas, ahora llamadas “COMPETENCIAS”
Para no llegar tan lejos, me bastó re-pensar en las respuestas argumentadas, que uno de los prestigiosos empresarios de la construcción (fase III de transmilenio), entrevistado en la noche de ayer (15 de marzo), cuyo encargo según él, le vació en parte los bolsillos, el pago de comisiones o coimas, que se le anticiparon como obligaciones anexas a lo contratado; y esto, como todas las cosas que trascienden en mi alma, me convocan a escribir, me inducen a reflexionar, algo así como la coexistencia en mi de lo sagrado, lo misterioso y lo inefable.
No es para menos, re-pensar también de que están hechos los hombres de hoy. Qué tipo de necesidades y emociones mueven a ese ser mezcla de lobo y de diablo. Que monstruo viene construyendo la sociedad económica, que subasta la conciencia humana, que se atreve a endilgarle a la naturaleza humana, la corrupción.
Y la ética, entonces? La ética del funcionario que debe controlar, la del legislador?
Un  poco más allá de lo trivial, me condujo a ojear algunos planes de estudio,  encontrando casi que desestimada la ética. Lo importante es gerenciar y competir.

En todo caso, quienes hacemos de lobo estepario, tendremos que continuar admitiendo la corrupción como un valor agregado al avance de las ciencias económicas, tendremos que convalidar las actuaciones basadas en poder de políticos en funcionarios de alto rango y por supuesto el poder funcional que otorgan las armas; como el látigo del domador frente al animal de circo.
Es decir tendremos que matar el tiempo, “como se mata por amor”, amando la mano de quien nos intimida. De verás es hoy la corrupción una necesidad competitiva del hombre?


ROSAURA MESTIZO MAYORGA

martes, 8 de marzo de 2011

MUJER ARABE: UN JARDIN PARA TI


NAWAL EL SAADAWI (feminista, psiquiatra, escritora y activista egipcia), catalogada como la principal feminista árabe y con el coraje sobre la piel desde el exilio desenmascaró la castración de sus conciudadanas, y de regreso ahora a casa, refiere tanto la legislación como la interpretación del islam y a su nombre, la dominación de género.
Quizás esto valga para hacernos a una nueva e integral día de la mujer.
Si bien el 8 de marzo tradicional tuvo que ver con trabajadoras en el local de una textilera como un movimiento en pro de los Derechos de la Mujer, y en estos momentos, mujeres de pueblos anclados a los designios políticos-religiosos tradicionales, luchando por la reivindicación de los derechos humanos primarios, que han permanecido sumidos en el temor de las leyes de los dioses; mujeres enrolladas en decisiones ajenas. No puede ser menos que un capítulo especialísimo en la historia.
Nawal que vive el día día de las mujeres egipcias, comparte la plaza y el grito de hienas de ellas juntas, tras la miel de la dignidad; tunecinas, yemenís, marroquís y esas valerosas libias, que hoy apuntan sus voces y sus brazos queriendo alcanzar el infinito azul que las cubre. La libertad. 

Después de los recientes logros  egipcios y no obstante la alegría de Nawall,  ella encuentra la primera falla, echa de menos, la no inclusión de la mujer en el Comité para la reforma de la Constitución. Entonces empinando su fuerza sabe que las mujeres deben volver a las calles, necesitan que las sientan presentes. Igualdad.

Nawal sabe también, que después de esta batalla, las mujeres deberán continuar en la lucha para hacer escuchar sus voces, situación no muy fácil, pues la permanencia en  castración de la palabra y de la presencia,  inmersas en el  ocultamiento de la religión y el sometimiento del patriarcado; exigirá a las amazonas de hoy (activistas) duplicar sus esfuerzos para la concientización camino al rescate de la dignidad. Egipto tiene el código Familiar más atrasado del mundo árabe Nawal).

A quienes benefician realmente los cambios que provengan de la lucha incondicional de las mujeres y hombres?

Nawal, con el entusiasmo puesto encima dice: “El despertar es de los hombres y de las mujeres. La mujer no puede liberarse si el hombre no está liberado” “Es una necesidad para un país libre”.
Nawal se convence aún mas fundamentando: “Si tenemos una Constitución radicalmente secular y hombres y mujeres, cristianos y musulmanes son iguales será una gran contribución frente al Estado tradicional. El secularismo es fundamental para una democracia auténtica”.

Hoy de manera más contundente y viviendo las mujeres el rigor de la religión como ideología política en el mundo árabe, es evidente que la mujer no puede liberarse. El temor.
De eso estoy convencida, mi convivencia de casi cuatro años con mujeres de diversas nacionalidades, me dejó eso en claro y realmente ha sido el trago más amargo que he tomado en mi vida.

¡ El día en que haya abundancia de rosas rojas en  el mundo árabe, ese día habrá abundancia de mujeres amando en conciencia !


ROSAURA MESTIZO MAYORGA