domingo, 12 de junio de 2011

LAS PSICOFONÍAS DEL MATRIMONIO

De esas inspiraciones que llegan tras las historias de vida, como la que oía esta tarde mientras esperaba recuperar el brillo azul de mi carro. Contemplando el rostro de Manuel, el hombre del lavadero, que carga como muchos de todas las esferas sociales con esa amargura que causa el maltrato, que a veces creemos impenetrables en los hombres, y nos olvidamos de sus sentimientos.

En Manuel asomaba un brillo extraño que inundaba el café de sus ojos, la angustia de los labios, no daban tregua a sus palabras atropelladas para contar su historia.

Todo comienza con esas crisis en las parejas cuando no les alcanzó el amor para cumplir con lo prometido ante Dios: “Acompañarse y ayudarse hasta que las muerte los separe”. Porque el amor les falló o murió primero. Pero se resisten a admitirlo y pretende mantenerse juntos creando un amor violento; y uno u otro a su manera pretenden edificar el desamor; paradójico es decirlo: un amor a la fuerza; un amor degradante, y para conquistarlo cambian las palabras dulces por la aspereza y el hielo.

“De hecho decía Lutero en su obra: (De las cuestiones del matrimonio): nadie puede negar que el matrimonio es una cosa externa y mundana, como la ropa y la comida, la casa y el hogar, sujeto a autoridad mundana, como lo demuestran tantas leyes imperiales que lo rigen”. Suena rudo este juicio, porque la Fé equivale a confiar en la totalidad de creencias, principios y pensamientos que hacen parte del fiel o creyente en una religión, lo cual valida creer en los testimonios. Por esta razón los ritos del matrimonio pueden equipararse a unas psicofonías, esas frases que se cobran fuerza diariamente, que por la fé ata al maltrato mutuo de muchas parejas en el tiempo. Que obligan a cargar con una cruz.

Las palabras rituales del matrimonio, toman fuerza mágica. Manuel relataba llevar 10 años de matrimonio,todo fué muy lindo, dice y sonrie; de vestido blanco, torta, y banda del pueblo, algo por lo alto, no niega haberse casado enamorado y confiando en que era la mujer de sus sueños, con gusto por encontrase en los ojos de un hijo.

Entró por su libre voluntad en el compromiso obligado de un buen católico, pero Vera su esposa no quedaba embarazada, solo pasados 4 años el “señor lo quiso”, dice. Usted sabe uno tiene la ilusión de tener sus hijitos como lo manda Dios, repetía Manuel, por fin llego el chino, aun que con algunos problemas bronquiales, que hizo que Vera dejara de trabajar para atenderlo y por supuesto… pues yo tenía que rebuscarme por los dos y ahí es donde comienza el calvario señora querida: Para Vera mis horas extras de trabajo, eran horas de amigos y de farra, después eran “las mozas”, Con Vera se apagaron los besos y las miradas se cruzan para recriminarnos.

Yo ahora no quiero llegar a la casa, la angustia se me atraviesa en la garganta, pero me desahoga la necesidad de mi hijo, me falta la presencia del chico, se que necesita mi acompañamiento, sobre todo por que como todo niño le aficionan los carros y mi trabajo lo mira de héroes. Por el estoy allá.

Carlitos anda en los 6 años y ya ha comenzado la escuela. A veces me hace unos juicios que me dejan atontado y me asustan, ¿puede un niño saber tanto de la vida? Por ejemplo mire usted un sábado en la tarde, un par de clientes no llegaron al lavadero a las 6:00 p.m. a recoger sus carros y pues tenía yo que esperarlos, soy el administrador; ellos llegaron pasadas las 7:00 p.m., y como supondrá usted, viajar de la Calle 45 a Lijacá, se lleva su tiempo. Carlitos entonces me esperaba en la puerta de la casa, con los brazos cruzados, tenía una mirada de hierro encendido y me dijo: “Ah, por fin llega? ¿Le dio permiso la mujer de venirse?. Si usted no viene temprano nos vamos con mi mamá a donde no nos encuentre!, yo no sé señora, si Carlitos pueda pensar eso por cuenta propia.

Manuel siguió contando su historia, pero hasta aquí fue suficiente; entonces sumé recuerdos de otras historias parecidas, en mi ejercicio profesional y encontré argumentos suficientes para escribir sobre el tema, pues antes había dudado de la veracidad de los relatos de algunso clientes, para que negar, pero venido de Manuel que no sabe a que me dedico y seguro no tendrá como solucionar una separación legal, de el percaté su dolor sin ningún costo, ¿cómo dudar?

Cuando una pareja católica decide de su libre voluntad casarse, la alianza se cristaliza en las palabras rituales de uno u otro esposo; claro, hoy en día, hablan más los novios que el sacerdote, no podría estar muy segura si es para otorgar mayor participación a la comunidad, o para trasladar la responsabilidad a la pareja y evitar a la iglesia mayores murmuraciones.

Veamos, dentro del ritual del matrimonio quedan palabras mágicas, que con el tiempo se vuelven psicofonías “Lo que Dios acaba de unir que no lo separe el hombre;,” ¿Están dispuestos a recibir con amor los hijos que Dios les dé, y a educarlos según la Ley de Cristo y de su Iglesia?-Si acepto-; “recibe este anillo como signo de mi amor y de mi fidelidad”. Entonces estas promesas mutuas por arte de magia y a falta de presencia física de Dios como abogado, empodera a uno u otro de la pareja, y se hacen exigencias en nombre de Dios.

Vera, la mujer de Manuel será una mujer de casa, supongo que ahora que Carlitos va a la escuela ella podría trabajar y ayudar un poco en la economía, pero la irascibilidad y sus juicios de valor frente a Manuel han roto no solo el compromiso ante su Dios sino que seguramente a ella también hace rato se le murió el amor, por eso quizá Vera, usa y abusa de Carlos para procurar retener a Manuel a su lado, quiere mantener la mundana costumbre de mostrar marido, a ese hombre que hace rato la olvido, que dejó de verla con la musicalidad propia del enamoramiento, que posiblemente ha olvidado de qué lado respira en la cama.

Se dice que no hay algo más cruel, que ignorar la presencia de alguien presente. Esto deja huellas tan profundas que como dice Joaquín Sabina en unos de sus mejores poemas musicalizados “A este ruido, tan huérfano de padre no voy a permitirle que taladre un corazón, podrido de latir”; y puede ocurrir que se agredan o se abandonen físicamente, pues de todo lo demás hace rato se olvidaron.

He sido severa en mi ejercicio profesional con esos hombres que han rehusado a sus deberes de padres, con aquellos que han escondido hasta su estómago con el propósito de justificar la carencia de trabajo para evitar una mínima cuota de alimentos o de aquellos que creen que la madre de sus hijos come por la misma boca de ellos.

Sin embargo, aquí me refiero a otros casos; a esos como el de Manuel-padre, con toda la disposición de amar a su hijo, pero con la limitación y la amenaza que ya Vera le ha notificado a través de las palabras de Carlitos “nos vamos con mi mamá a donde usted no nos encuentre”. ¿Qué tantas Veras usan a sus hijos como instrumento de batalla para retener a su lado a ese hombre que solo es sombra en la casa? ¿Qué tantas Veras manipulan la alegría de los padres para ver a sus hijos? Qué tantas Veras esconden los bebés al derecho de los padres para verlos y reconocerlos? Podría asegurar que son muchas Veras, podría asegurar también que los hombres que buscan a sus hijos, que los aman, nunca se separarán de ellos, aun cuando ya no, amen a sus mujeres.

Pero no solo ocurre en las parejas casadas. Muchos y muchas sin estarlo, pretenden blindar un supuesto amor a una circunstancia, a un encuentro casual o porque no, a una intención, y usan a sus hijos con el mismo fervor de maltrato.

Mujeres, de algo se dee ser conscientes, defender la dignidad va mas allá que sobrecoger un falso matrimonio, ser digno implica también ser astuta, permitir que el hijo por si mismo descubra las cualidades y defectos del padre; que se nutra de sus ilusiones; tener presente que el amor de padre es diferente al de esposo o novio; que ese amor no nos casó; que los hijos crecen y mas nos reconocerán, sin viejos rencores; y por sobre todo, libérese del desamor. Déjelo ir, mas tarde se lo agradecerá usted misma.



ROSAURA MESTIZO MAYORGA