lunes, 20 de junio de 2011

GATOS


CONFESIONES DE GATO-LINO


Un día de septiembre cuando corría el viento dispersando recuerdos de los niños de verano, yo estaba en la poste de la Vía Pietro Manzi, temblando.

Todos pasaban y se me quedaban mirando, eran tan grandes y tan diferentes!… nadie tenía algo en común conmigo. Me aterraba su tamaño. Yo no tenía mamá; quizás me había abandonado; no sabía comer ni que se comía, menos como buscarla. Tal vez mi destino estaría vagabundeando, como muchos hermanos; o como farandulero gato en la T.V. siendo explotado.

Cuando me quejaba a través de mis miaus, una niña se acercó, me miró, yo retrocedí, doble mi dorso y sin voluntad creí que me estaba atacando. No señores; los ojos de la niña me cautivaron. Ella me llamó dulcemente, gatito, ¿qué te pasa gatito? ¿Por qué estás solito? Me sentí pechichado; y por mi malicia gatuna me sentí a salvo.

Ella afinó su oído, quería comprender mis miaus, y en mi lenguaje gatuno decía: estoy solo, estoy en peligro, estoy asustado.

Con el tiempo he aprendido, a ir al veterinario, me cuesta!, me cuesta! detesto que me abran la boca y me tiren la lengua, que me introduzca no se qué cosa por el ano, que me limpien el pelo, ¡carajo! ¡ con mi lengua siempre estoy trabajando!

No entiendo a los hombres: limpian la casa con fragancias que me están irritando, y las mujeres… ¡vaya las cuentas! Contando, contando, con los perfumes, que Oscar de la Renta, que Carolina Herrera, que son importados.

Ahora voy a visitas, dizque para que vaya socializando…. Miauuu! De los niños comprendo el berrinche. Pobres de ellos, pues como a mí, ponen sus manotas sucias sobre mi cabeza, “Hola gatito”, “que lindo gatito” “cuanto tiene el gatito”; ¡vaya atrevidos! Tengo que jugar a ser educado, pues ser hipócrita es mejor que estar enjulado.

A la hora de la cena y ante los invitados: ¡zape gato! ¡Fuera gato!, cuanto me gustaría saltar a la mesa y atracar los olores. Mientras que ellos felices siguen comiendo y bebiendo. No lo duden señores, muchas veces lo he pensado.

Pero, ¡claro!, yo estoy satisfecho con eso que dan los humanos, pues peor sería la vida vagabundeando, y no por la escasez de comida o por el sitio en que me quede pernoctando. No, no señores. A ningún gato le agrada doblar la espina en cualquier lado, o lucharse una alacena con ratones guarros. Puff!!! Es de pura resistencia que sigan, mi cabeza tocando.

Por eso cuido el sombrero, este que me ha salvado de caricatura de gato; como Garfield, cambiado por un parmesano, o Tom, convertido en gato malo, o como ese otro pobre gato, el Félix, quien lleva más de 90 años trabajando; sus dos productores dinero ganaron y ni una pensioncita han Félix pagaron. Por fortuna, esta chica me salvado y feliz paso la vida ronroneando. Es ella, mi sombrerito mágico. Gracias, Caro-lina.

R0saura Mestizo Mayorga