viernes, 15 de julio de 2011

Eligiendo Caminos: MONÓLOGO DEL ZORRO

Eligiendo Caminos: MONÓLOGO DEL ZORRO

MONÓLOGO DEL ZORRO

Basado en la obra "MIENTRAS NO TENGAMOS ROSTRO" (Clive Staples Lewis)-Retorno a un mito-

Yo, ahora mensajero de nuevos dioses, viajero de la luz, vedme aquí en la esponja crepuscular y en las entrañas de Corus. No protejo a la pequeña Orual, pues ella desgranó denuncias a los dioses, ha obtenido querella, desmanteló su rostro. Ya no teme.

Me he elevado a los cielos para observar los hombres-dioses. Me he detenido al norte, en un punto negro y luminoso con una melodía convulsiva, y presencias. Son los replicantes de ‘Blade Runner’ habitando cada quien su propia existencia, y me pregunto ¿qué han hecho de Istra? ¡Qué decadente presente! Si hasta sus recuerdos son artificiales. ¿Qué será del futuro humano? Tal vez, un juego entre lo que son y no serán. Carencia de amor genuino. Acaso vuestros dioses, ¿no os han colmado de belleza? musas diría yo en mi pasado humano, hoy, verdades que conducen al poeta.

Ahora, lejos de mi dolorida esclavitud, traigo del recuerdo, las veces cuando detrás de los perales, guiaba el encargo de hacer de las princesas, sabias; y decía “que no hay infiernos ni dioses tales, solo al dios que hay dentro de ti debes obedecer: razón, templanza, autodisciplina”; y desde esta instancia escucho hombres repitiendo y repitiendo nombres de nuevos dioses. No callan. Palabras, que contrario a mi discurso solo los consumen en su propio infierno, que los hacen celosos del gozo ajeno y azarosos en el desdén de lo artificial. Pregunto de nuevo ¿dónde han abandonado su razón y su templanza?

He visto mi Grecia a la que nunca volví. Vive las doctrinas contemporáneas en una nueva Gloma. No su auténtica sabiduría. No siguen ni tan siquiera la que dejaron por herencia sus dioses y sus sabios. Hombres que humillan y vapulean a otros. Pregunto: ¿Cuánto eléboro necesitaría, para regresarlos de ese letargo? antes que despierten y rujan igual que la montaña. Que Odiseo aún no os descubra en esta inconsciencia de su reino. Hombres, ¡ah hombres! recreados tan solo en la racionalidad científica-tecnológica que al todo natural lo cuantifican, lo miden. Hasta a la lluvia. Conciben mentiras y se convencen de ellas. Esa es la conciencia. El mismo itinerario aletargado de mi reina Orual por algún tiempo; ella profesaba su amor por Psique como algo profundo y cierto; cuando en realidad se trató de un amor egoísta. Sin saberlo.

Las luces artificiosas en el planeta comienzan sus entradas; y el manto negro se hace presente. Le veo temible. Quizás por que guarda secretos oscuros que los hombres vigilan. Avaricias. ¡Ah los dioses! Hombres, ¿habéis oído de la furia de los titanes? ¿Sabéis que ellos han preferido la noche para desbordar sus furias? Que están enojados y vuestras alabanzas no los alcanzan? Posedón, dueño y señor, abre tabiques: destruye, sacude montañas, fulmina vidas, inundan ciudades, consume industrias… ¿Podéis creer que hasta mi llegan nubes del veneno capitalista? Destrucción por destrucción en esos campos donde solían nacer sus dioses. No hay interioridad. No buscan la belleza oculta. Hombres a quienes les aterran los demonios de sus sueños. Los evaden. Si esa multitud de pensamientos oscurecidos no son nada diferente a las replicas de sus propias verdades, a verdades ocultas del presente y el futuro y suelen decir ante la revelación de una imagen de la interioridad. “Me traiciona el subconsciente”; pues son las intenciones de la mente, derivadas de su ego y trabajo de consciencia; los que abandonan su otro lado. La belleza oculta. La que indica errores. Prefieren la vigilia para inventar el exterior, la belleza física, crecer y hacerse temer. - [“donde el orgullo es de sobra insistente, el recuerdo prefiere ceder”] (Nietzsche). y se convierten en presas del ansia. Sus dioses son meros símbolos eternos.

¡Quién pudiese creer que en la montaña, mi pequeña Psique encontrara su felicidad! ¡Ni yo de comienzo lo creí! Venerable griego, hombre de templanza. Fueron las palabras emergentes de la pequeña Orual, la del velo, las que me condujeron a la balanza de lo justo y ahora le sonrío al tiempo. Quizás por esto, también estuve en letargo y dije que la poesía tan solo eran palabras. Erré.

Si mi pequeña Orual hubiese muerto en el momento mismo de la amenaza divina, no hubiese vivido su fealdad. No hubiese luchado su reinado, y yo no hubiese comprendido al poeta.

Ya, Eco besa las orillas de sus padres, e Iris motiva las discordias para que los hombres continúen extendiendo los enigmas entre lo aparente y lo real de sus vigilias.

La luna, comienza a elevarse y yo a bajar con Nix, quizás descanse sobre Poseidón o camine Lesbos, allí repasaré poemas.

¡Pobre niña mía!, ningún extranjero ha podido devolver su libro a Grecia. Todos continúan ocultos tras sus velos.
“Dios mío, si tu hubieras sido hombre, hoy supieras ser Dios” (César Vallejo)