viernes, 20 de abril de 2012

ONÍRPOLIS DEL SUR

-Como muchos que me han antecedido, también me sumo al país imaginado. Porque dueña soy de mis sueños-.


En este mi país, el sueño es posible, si soy tierra y nación. En donde,

MI PAISAJE,, Esté curado de devastaciones del verde de los campos, sin heridas, sin conflagraciones de pirómanos. Limpia, guardando en sus entrañas, solo las huellas de las nuevas vidas con llantos enérgicos tras las colinas de sus madres, para el alimento. Con un sol siempre sonriente acariciando rostros de niños y ancianos, y, manantiales depurados de cuerpos de desaparecidos. Con mares, pero no de lágrimas. Donde la niebla se deje abrazar y la luna no entristezca.

EL CLIMA, Sea el que otorgue la calidez de la palabra, la sonrisa transparente y el amor auténtico. Que alimente sin variantes y sin manos que lo obliguen a cambiar su estado natural.

EL ORIGEN ETNICO DE LOS HABITANTES, donde los predominantes sean los raizales con matices extranjeros.

MI LENGUA, Sea un castellano esencial, una lengua propia que hable por su pueblo. El lenguaje corporal y el hermoso de los guiños.

La DIMENSIONES DE LA ciudad- CAPITAL,, Sea suficiente para restablecer el vecindario y que prime la tranquilidad.

La FORMA DE GOBIERNO, Sea una autoridad sabia e incorruptible, con sentido del derecho y el deber en equidad y en justicia.

Las MEDIDAS DE SEGURIDAD, sean las naturales que solo se produzcan por las rejas de la lluvia y las que cada quien desde su moralidad otorgue a los vecinos. Aplica, mi libertad termina donde comienza el derecho ajeno.

Las FUENTES DE ENERGÍA NATURAL, Sean El agua, el sol, el amor, la confianza y la lealtad.

Las ACTIVIDADES ECONOMICAS, se basen en agricultura, pesca, trabajo para todos, a una debida edad, sin mutilaciones al planeta, más que por excepciones de salud. Nada que depreda, para las vanidades.

Los MEDIOS DE TRANSPORTE, sean las carretas tiradas por caballos, aviones empujados por el aire y balsas impulsadas por los peces.

La ARQUITECTURA, sea sencilla, práctica, cómoda sin extravagancias que produzcan ansiedad por competencias y conlleven al delito.

Mis MUEBLES Y UTENCILIOS DEL HOGAR, sean en madera, chimeneas convocantes, vajillas en materiales originales y hojas de plátano para las cenas familiares.

Mi VESTIDO FORMAL, superados los tabús y la competencia de mercados, sean mantas para ellas y guayaberas para ellos en linos de todos los colores. En el mejor de los casos, la desnudez, donde el clima lo permita.

Las FUENTES DE INFORMACIÓN PÚBLICA, sean de nuevo, cartas de sobres que despiertan expectativas, correos de brujas, cuentos, bandos, las cabañuelas para predecir el tiempo.

Los MONUMENTOS, sean todo cuanto me provoque asombro.

Las DIVERSIONES PÚBLICAS toquen el espíritu como admirar el paso de los astros, la música en los deslices de los ríos, el eco, el abrazo de las corrientes del aire en montañas, el tropel de los pájaros en vuelo. Las apuestas al temor ante un animal salvaje, la risa y la carcajada que haga sonreír a otros.

La MONEDA, sea el trueque de bienes e intercambio de servicios.

El ESCUDO sea una vivienda.

La BANDERA sea el planeta en un raso ondeado por el viento.

La RELIGIÓN, Sean los humedales y los dioses que los habitaron, para que retornen de las ciudades sus habitantes y que no se les llamen, plagas.

-Todo aquello que provenga de recursos renovables, que vuelvan a ocupar los espacios-.

Rosaura Mestizo Mayorga

viernes, 23 de marzo de 2012

EL STRESS DE UN CHIP

EL STRESS DE UN CHIP

Escrito en la oscuridad de un observatory computers

Cansado de trabajos rigurosos, de equilibrios sincronizados para no dañar el encapsulado de su engranaje, sintiendo que perdía el rendimiento concreto, Core 2, resolvió pedirle a su programador permiso para salir de la pantalla. Quiso que lo dejara andar por parajes no virtuales, mezclarse los libros, conocer el mundo humano, y saber de que se reía la gente.

Entonces, el programador, después de pensarlo le dio vida propia, hizo un hombre cibernético, constituido entre humano y máquina, lo dotó para el alto rendimiento, máxima velocidad, lo concibió más productivo, eficaz y de acción inmediata.

Aun cuando ya estaba fuera de pantalla, moviéndose en el campo humano, sacudiendo libros anticuados, no podía interpretar las causas o motivos de la risa. Respirando el aire contaminado, no virtual, se sintió desolado y triste viendo que el tiempo de permiso se agotaba, dijo entonces a su programador. —este espacio cibernético tampoco me gusta, es muy agitado, desigual, violento y prevenido. Dame una pausa mas, para saborear los momentos, para sacarle gusto a cada cosa y ver si en esa degustación puedo sentirme feliz, por una vez—.

Muy enojado el programador de la Tarsoft, sin mediar palabra, lo tomó entre su pulgar e índice y lo metió de nuevo al ordenador por no haberse adecuado a la unificación de criterios del homo cibernéticus. —Que problema, —se decía el programador —, ya se contagió de descontento, como si no supiera que es un hibrido. Tal vez, sea mejor cambiarlo antes que convoque a los demás a una huelga—.

Mientras, el programador resolvía por quien cambiarlo, Core 2, de nuevo empantallado, llevaba consigo aire no virtual y sus ojos y oídos habían palpado la desobediencia civil, que surge del (Stress) strés en unos, que se las gozaban todas, porque hasta el desarraigo y el cansancio, tomaba fotos y videos, hacían cuentas, escribían poemas, relataban cuentos, montaba libretos e incluso hacían su autobiografía, Core 2, había encontrado en esta sinrazón un globo hinchado de quejas prospectivas, y sin querer el pobre, introdujo un virus invaluable al cerebro electrónico por donde navegaba de nuevo.

Con este fatal aporte para unos y no muy bueno para otros, dañó el acelerado agite de los sistemas, a los que en vez de rapidez, productividad y eficacia, les inoculó el sabor de la risa, el calor del abrazo y las sensaciones que producen los besos, todos dotados de sentido. Les inculcó el derecho al descanso y la protesta a las horas extras; generando así algo ignorado por los cibernautas, les inoculó el invacunable calor humano. Entonces Tarsoft, tuvo que cambiar el sistema.

lunes, 14 de noviembre de 2011

ESPIRALES DE FUEGO


Nueva Versión

--¡Bella ninfa que exhalas olor a hierba fresca!. --¡olímpica, hija de Zeus! --¡Pan de los Sátiros!, dame tu agua…!

--Estas frente a mis ojos María del Mar.
--¡Tu vientre es borrasca, es estruendo, es espina!
--¿Quién tiene la gloria de corresponder a tu puerta y hundirse en ese patio misterioso, patio de mujer?
--¿Te has dejado amar?
--Tus pies…, múltiples como la escarcha y poblados como el ciruelo, los ha besado el sol?
--¡Insolente longevo!, no contento con poseer a María del Mar, me absorbe, me quema, me consume y me mira burlón.
--¡Insolente longevo de las alturas! --Cuanto deseo alcanzarte, tomarte entre mis brazos y estrujarte. ---Humillar tu prepotencia.
--¡Mi ánima erótica viene por ti!, María del Mar.
--¿Quién te habita?
--¡Donde estas tu, Dios! --Dámela, devuélvemela. --¿Dónde te busco niña de niebla?
--Esta noche, es noche de ángeles ¡tú eres el mío.

--Yo Mustafá, deberé engullir mi propia pasión en el retorno de la espiral de mi propio fuego.
--¡María no me dejes, llevame contigo al mar e los dioses!.

II

Este es el delirio de Azhar Mustafá Pinzón. Reportero, cronista, súbdito de la
penumbra humillante de las moles del cemento; allá donde los gigantes se asocian en sombras y prestan por momentos, espacios estrechos a los rayos del sol. La ciudad donde todo tiene precio y medida; y el aire pide permiso para llegar a los parques y acariciar el cabello de los niños, o paga flete para entrar a los hospitales. Recién cumplió 36; de estado civil soltero. Procede de esa trilogía entre luminosidad, perseverancia y poder; obra de la mezcla de sus razas, árabe y española. Ha llegado a estas islas del Caribe de tumbo en tumbo. La intolerancia de los hombres a quienes les ha deshabitado secretos; le ha derrotado sus ideales y lo han relegado a una mísera tarea, caminar sin objetivo de viaje. Militares abruptos, que a nombre de la justicia, desparecieron congéneres: mujeres y hombres, cuerpos armados de discursos anticuados que atemorizaron vida y sosiego en los campos, y otros que rasuraron la voz de los estudiantes. En éstas severas escisiones a la humanidad se vio inmerso Mustafá, que con sentido social, había prometido ser un periodista justo. Por eso condujo toda su capacidad para hacerse un reportero hábil, avezado en convertir, un comadreo en una crónica trágica; revolver cenizas humanas y revelar sus verdades; regresar el magma a los volcanes; mordaz con los pedófilos, insaciable con los corruptos, codiciado por las vedettes, odiado por colegas y jefes. Esto lo llevó a elevar un culto inmanente a su personalidad; así la condición ególatra construida sobre sí mismo, lo recompensó con la persecución tanto por los agentes del poder del estado, como por las amenazas de los grupos ilegales; lo trajeron al aislamiento y finalmente al exilio. El eligió éste camino y hemos llegado aquí.

Seis meses, llevó rumiando soledades y ardiendo en pasiones y su única compañía ha sido la ópera de su etílica garganta y yo su compañía.

III

Soy parte de la energía de Mustafá para decidir su existencia. Vengo en él, nací en el, ocupo el séptimo lugar de abajo hacia arriba en la fisiología humana, Los siete juntos nos denominamos chacras o centros de energía en la filosofía oriental, estamos conectados por un vestigio reptil y somos quienes equilibramos: cuerpo, mente y espíritu. Me encuentro sobre la cabeza y en medio de los dos ojos de Mustafá, para algunas civilizaciones me han significado piña y Descartes me llamó “tercer ojo”. Mi color violeta es quien conecta la espiritualidad del hombre con la conciencia infinita. Los monjes Tibetanos me han llamado “Divinidad”. En términos de la ciencia, soy la glándula pineal o hipófisis, glándula reguladora de los ciclos de vigilia y sueño. Segrego la DMT (dimetiltriptamina) o molécula espiritual que se libera en la fase del movimiento ocular rápido, en Mustafá. Soy su subconsciente y por ello, el gerente general de su cuerpo y la última instancia de su vida.

Mustafá, ha gozado del sexto sentido o clarividencia. Sin embargo, ante el desmesurado acoso del hombre-simio no pudo resistirse al infierno del alcohol, quizás sea una de las tantas respuestas de porqué algunos se hacen adictos.

Mustafá delira y en sus visiones imagina una mujer joven, desnuda, cubierta de arena, de cabellos acolchados por la sal y en ellos la madurez del sol encubado por el tiempo, crea una luna, como la madre de una isla y odia al sol, porque lo cree su rival.

María del Mar, es el vestigio reptil de su interior del cual yo hago parte. Soy su cabeza. Soy su vigilia, juego con la luz para él y poseo su energía. Han pasado justo 48 horas de agitación e insomnio, tiempo para que se decida la vida o la muerte de Mustafá. Todo depende ahora de mi, su subconsciente, la ayuda atmosférica y la declinación del sol.

Todo su cuerpo y yo dentro caemos lentamente del abarrote de troncos envejecidos en que quedó tranzado desde nuestra llegada, cuando él vació su última nota etílica.

Yo paciente espero un rezago de su conciencia, para orientar el camino.

Rosaura Mestizo Mayorga

miércoles, 21 de septiembre de 2011

LA MARCHA DEL TIEMPO

Los afanes de los hombres, ¿serán consecuencia de los instantes?

Que es el tiempo en un instante? Nada diferente al tráfico intermitente de acciones atomizadas. Al montículo de secuencias tejidas que visten la cotidianidad. Al desprendimiento del presente inmediato y a la aproximación del futuro inmediato, repetía, aquello aprendido de diversos textos. Más bien, sentía curiosidad por aquel inverso [qué es un instante en el tiempo]. Todo fue muy curioso, en un día de descanso, mientras tendida boca abajo y protegida por el ramaje pudoroso de un sauce llorón, alimentado como en un oasis por las aguas lluvias estancadas artificiosamente, sometía entre mi pecho y mi sombra el pensamiento de Stephen Hawking, en “la Historia del tiempo”. En algo comencé a ponerme de acuerdo con el autor, pensé. El hecho de no requerirme ser erudita en matemáticas ni para medir el tiempo ni el espacio. Y así se lo hice saber, manifestando mi aprobación con ligeros golpecitos sobre las líneas leídas como para que Stephen, sintiera el vaivén de mi cabeza confirmando la aprobación.

Como no soy asidua matemática ni científica, sentí conmoción jubilosa por aquello que la sabiduría me ha otorgado con la praxis en estos asuntos. Que mejor recreo y disfrute que la compañía de éste ejemplar hombre, quien había permanecido atado a una silla mecánica la mayor parte de su vida y además, distante por un periodo de tiempo de la interrelación comunicativa voz a voz con sus interlocutores. Como era de esperarse surgieron en mí, interrogantes: ¿Qué hace un hombre con su tiempo, estando anclado a una silla mecánica y sin el poder del habla? ¿Cómo vive el día a día? ¿Cómo lo sorprenden los instantes?

A manera de introducción leía casi deletreando “Nos movemos en nuestro ambiente diario sin entender casi nada acerca del mundo” y “cómo es que si hubo caos antes, existe, aparentemente, orden hoy, y, en definitiva, por qué hay un universo”.

Por supuesto tenía el hombre, toda la razón. Mi propio entorno formado por individuos de un sinnúmero de profesiones y altos estudios, dan a las tertulias la altura casi de cumbres borrascosas, afinando verdades desde sus criterios sobre todo el andamiaje del universo y que por regla general termina las reuniones con un:- “ después continuamos porque esto se hace muy interesante”-. Entonces llegué a un punto clave del texto, después que Stephen expone, analiza y concluye las teorías acerca de universo: de Aristóteles, Copérnico, Galileo Galilei, Newton, Kleper, Dios y Darwin, reduce todo de una manera tan maravillosamente sencilla como que frente a preguntas de hijos y estudiantes sobre la misma creación a la que dice él, se elude, o se recurre a una recogida de hombros, o se expone desde la fe. No es que mi amigo, con quien compartí la tarde de sábado, censure estas actitudes, no, quiere demostrar a sus lectores, como lo hiciera en Harvard, -la limitaciones del entendimiento humano-. Lo cierto de todo es que si la filosofía surge de la física, eso explica la razón de ser, y recordaba, una bonita discusión de seminario con mi apreciado maestro de literatura sobre la poesía, cuando enfatizaba que la filosofía no puede ser hija de la poesía, precisamente por lo inmaterial e innagotable.

Stephen me llevaba por el cosmos, por los agujeros negros que al parecer no son tan negros, según él, por el encantamiento de las estrellas que juegan entre si y llegan al mar para que sean pescadas por los niños o por los soñadores.

Esa medición de tiempo-espacio o espacio-tiempo, con agujeros, estrellas y sol, rotaciones y demás que participan en el juego de los científicos para descubrirlo y explorarlo todos, me sintonizan de nuevo en la pregunta ¿Qué es el tiempo en un instante?, no hacerlo implica dejar de lado el aterrizaje a mi propio planeta.

Consolidadas discusiones, sobre el tema del universo, como tesis entre lo infinito y lo finito son la otra partida de ajedrez, para determinar si el universo viene de un caos o surgió del Bing bang, es decir como “una gran explosión o expresión primordial, en que el universo era infinitésimamente pequeño e infinitamente denso”, y del otro lado el contendor metafísico y teológico, en el que según, se creía el universo era estático; para hablar entonces de los días de la creación, y en él, el espacio-tiempo de los instantes en que esta, se fue haciendo.

En una pausa, mientras le correspondía la mirada a un pájaro travieso, recordé al maestro yogui que pide cerrar los ojos mientras se pronuncia el Om como la primera vibración del sonido y éste a su vez es la vibración de lo absoluto, para entrar en concentración y luego dar lugar a la meditación. Lo cierto es que en este ir y venir se puede pasar por lapsos de más de una hora en los principiantes o en mas, para los yoguis, escuchando como se hacen ligeras burbujas de sonidos entre garganta y oídos, el tiempo pasa sin que se perciba, mientras la posición de loto no nos incomode, o el ambiente del espacio. Entonces el conjunto de instantes se mezclan con el ritual de sonidos y nos hacemos a nosotros mismos. Aquí sí creo diferir con Stephen, pues para los yoquis en práctica, el tiempo es absoluto y las reglas de un tiempo por la relatividad no se aplican.
¿Alguien ha visto a un auténtico yogui exhibiendo un reloj?

¿Quién habló pues, de medir el tiempo? Según Stephen aquellos que de manera individual tienen interés por medirlo, al parecer esto originó la invención del reloj. Entre más apurados estuvieran por una producción, mas dividían y subdividían el tiempo impreso en los relojes. Quizás de ahí nacieron los instantes y los afanes del hombre.

Casualmente ese sábado no llevaba conmigo ni reloj, ni móvil y mientras me entretenía con esta complejidad de texto, de rato en rato escuchaba las pulsaciones de los corazones de mis perros que venían de visita después de hacer sus carreras de dominio, y observaba a la vez, los jadeos babosos de sus lenguas en explícitos instantes de tiempo, oscurecía y comenzaba a sentir frío. Entonces pude explicarme mejor aquello que, los instantes hacen las horas que son hijas del tiempo.


Rosaura Mestizo Mayorga

jueves, 8 de septiembre de 2011

EL OFICIO DE VIVIR

Pasos de la pequeña Herta Müller- premio nobel de literatura 2009

"Un homenaje a los niños que no entienden la mezquindad e intolerancia en el poder de los adultos".

Regresar a la niñez, a la exquisita niñez, tiempo de juegos insensatos y torpes, juegos con la muerte sin saberlo, jugar por ejemplo a las escondidas sin imaginar que se trata de un exilio. Decirle con la mano y a gritos adiós a la casa, sin prometerle volver a sabiendas que allí hay una cama cálida y un lugar propio para cortar margaritas, depositarlas en un jarrón y decorar el espacio dispuesto para comer en familia.

Caminar de la mano de mamá o montar la espalda de papá, mirar de paso el estrecho camino que separa las espigas verde-amarillas anunciando abundancia de pan en poco tiempo, y mas allá, hacia el oriente, reconocer ese árbol de pies enormes, su tiempo desnudo, sus múltiples brotes y el veterano sol que deja al descubierto el rincón propio para atender nuestras soledad o al cántico retoñal de hierbas y pájaros recién nacidos cada mañana.

Observar los puntos donde se han dedicado los mejores momentos y no saber que los ojos se despiden de ellos.

A la distancia, cuando las montañas dejan de serlo y se convierten en colinas minúsculas grisáceas y violetas y la casa desaparece y el árbol se esfuma como los ausentes, y los rebaños del cielo se desdibujan, se siente hambre, mucha hambre, se siente sed, mucha sed. Mamá abre la fiambrera, la misma que acostumbra a llevar al río, cuando es día de campo, cuando de ella brotan cerezas, manzanas, panes dulces o medio dulces, carnes secas u horneadas y todas las viandas que mamá prepara con entusiasmo, para ese esperado día de campo.

Viene la exploración del camino hacia la montaña, hacia ese montículo de hechos y seres impredecibles. Abejas zurriando alrededor de las moras que se van asentando en nuestras mochilas, los zarzales que salen al paso para saludar las manos, los tímidos arroyos, de nuevas vidas y tamaños, el paso marcial de las pequeñas hormigas y tantos otros seres que saltan y huyen de nuestra presencia.

Hoy, observo la vianda con el entusiasmo del día de campo. –Es extraño, ayer no madrugamos con mamá a recoger los frutos del bosque, y es verano, no hay mermelada, ni variedad de colaciones, tampoco jamón ni tomates del huerto-. Mamá tan solo coloca sobre sus rodillas un gran pan redondo y lo taja para 3, no hay más, -esta es la cena- murmura. La orden de abandonar éstas tierras de Nitchidorf, en Timisoara, Rumania es inaplazable, no hay tiempo para preparativos para este viaje como cuando vamos a la montaña y nos bañarnos en el río.

Ahora, he perdido la casa, el árbol, el trigo, anochece y papá busca un refugio que protege con ardiente leña. -El tiempo está cambiando- dice mamá, que de vez en vez, toma parte de su chal y se seca las lágrimas. No entiendo porque mamá llora, -éste debe ser un gran paseo, a ¿otras montaña? No sé por qué llora mamá-. Papá camina silencioso, sus ojos siguen un lugar extraviado. Es extraño, no ríe, no hace bromas-. Solo dirige su bestia y de vez en vez voltea y constata que lo seguimos. Algunas veces me mira y me invita a colgarme a su espalda, papá adivina que voy cansada.

Papá es fuerte, muy fuerte, papá fue soldado de las Waffen-SS, el me contó un día de invierno, mientras escuchábamos en mi cuarto los llantos y gritos del cielo. Papá decía que muchos amigos habían estado en la guerra y nombraba a un señor Hitler. Papá decía que él y sus amigos eran despreciados y que ellos solamente apuntaban en batalla. Papá se ponía triste y callaba.

-¿Cuántos días y noches hemos caminado? No sé, solo he visto días noches de prisa, como cuando se abre y se cierra un libro con rapidez, y mi hambre, es cada día mas deshabitada de pan.

Esta tarde, es pobre de nubes, tan pobre como mis manos sin las margaritas de casa, sin el gatito que mira debajo de las puertas y pone sus ojos verdes frente a los míos que también son verdes. Los dos nos miramos, yo le sigo y deja en evidencia el ratón moribundo, pero el gato me mira y sigue el juego con el vencido. Hemos encontrado un río, por fin un río, jugoso, sonoro. Mamá decide lavar, papá y yo nos salpicamos de agua y yo grito emocionada, pero papá cubre mi boca con un dedo y hace pssssss. ¿Porqué papá me cubre la boca y me silencia con un psssssss? No lo sé.- mamá mira alrededor, se pone de pie muy de prisa y le hace una seña a papá, para que caminemos rápido. -No comprendo, ¡si yo estaba feliz con el río!-

Quiero regresar a casa, quiero mi cama, el gato, levantarme sobre un taburete y dedicarme como muchas tardes de invierno a observar una a una las fotografías enclavadas en las paredes. Detenerme en la risa constante del niño de chaqueta que levanta la mano para despedir a alguien con el pañuelo mientras el tren humea o la de la mujer rusa caída con cara de angustia. También la de papá militar conduciendo un camión con muchos amigos de igual vestido y nabos(*).

Mamá dice que es imposible volver, no se me ocurre nada, dependo de ellos, de papá y mamá y voy a donde ellos van. Ya mi vestido, ha perdido una manga, cuando llegamos a la gran ciudad. Siento sueño y mamá me levanta. Despierto en una gran sala pobre de fotografías y con muchos hombres gritando a otros y estos otros exhibiendo papeles, también papá. Siento miedo, mucho miedo y me aferro a la huesuda mano de mamá que tiembla sentada sobre un bulto y helada, como un muñeco de nieve. Yo sacudo su cabeza, mamá no responde. Yo grito. Un hombre grita más fuerte que yo para que calle. Papá se acerca al hombre parece que algo le explica. Papá se acerca a mamá y toca su rostro. Mamá sonríe. Papá también.

Papá dice a mamá, querida, el oficio de vivir, ahora, es sobrevivir.

(*) Nabos-Nombre de los fusiles en la II guerra mundial.


Rosaura Mestizo Mayorga

miércoles, 17 de agosto de 2011

LLAMADAS A FELICIA

Hay llamadas emergentes y llamadas de emergencia.

Tomé mi móvil, última generación y me alejé del grupo de amigos que habían asistido a la fiesta de aniversario. Cumplía 33, según dicen las mamás, es la verdadera y única oportunidad para celebrar el nacimiento de un hijo varón. Celebrarlo en esta edad, es invocar al Dios de las alturas para que bendiga a su hijo en nombre de Jesús.

Previos días, había estado remarcando insistentemente al número que aparecía en la pantalla de llamadas perdidas, un par de semanas antes, de cuyos mensajes se leía –¡si quieres felicidad, búscame! Mi nombre es Felicia-. Asumí que eran llamadas de esos lugares de lujuria que solía frecuentar con mis amigos y que eran un antídoto para mi soledad. Pero esta noche más que cualquiera otra, me sentía frustrado e intrigado, entonces decidí insistir, sentía una sensación parecida a estar enamorado y negado a la presencia de ella. Por fin del otro lado el auricular se levantó y no hubo voz. Sin embargo, ya era una esperanza.

-Hola(laa, hola (laa), hola (laaa)- (respondió)
-Busco a Felicia- ciaa (respondió)
-¿Quien habla? – bla?? (respondió)

Abandoné la llamada, quizás, alguien me tomaba del pelo en la línea como suele suceder en los teléfonos.

Pinché de nuevo redial, sonó ocupado. Dejé la intención para más tarde, pues algunos amigos me requerían en el salón. Un espacio amplio e iluminado con lámparas de gotas en cristal de roca, que se contoneaba con el paso y brillo de la cristalería de las bebidas alcohólicas y las ricas exposiciones artísticas que pendían de los cuello de las mujeres, sus brazos y sus manos. También los grises, negro y rubios de los cabellos de los invitados, estaban abrazados por ese manto de luz artificial, que los proponía a mi vista como una fábrica de glamur instantánea. Me transporté a la época de niño cuando el vendedor de algodones en el parque, hacía crecer melenas rosas con solo una pizca de azúcar, puesta dentro de una ancha vasija rotada por un motorcito de poleas. Una vez crecidas las melenas las enredaba el hombre en una varita, que me llevaba a la boca y en un santiamén desaparecían. Una ilusión.

¿Qué carajo, tienen que ver esos algodones azucarados con todos estos hombres y mujeres de dientes bien formados e impecablemente vestidos? Me decía.

Uno y otro de los amigos, se acercaba a mí, halagaban mis triunfos, me sonreían con sonrisas ajenas y las mujeres parecían desplumarse frente a mí, después del paso de pavos reales con que venían por el centro del salón unas, y el de jirafas africanas de otras.

-Pablito, te noto callado, ¿pasa algo?-
-No, Amada, nada pasa, todo está bien, muy bien gracias.-
-Pero… no pareces el Pablito que conozco.-
-Amada, de verás, estoy bien. Gracias.-


-Pablo, siempre he pensado en ti y mucho te he echado de menos desde que te fuiste del país; y de verás te he esperado todos estos años. ¿Por qué no vamos al pórtico, llevamos un par de copas y conversamos en privado?-

Yo acepté. Amada, en efecto fue mi compañera de juegos, era mi vecina con quien había pasado la mayor parte de la vida de niño y adolescente ¿Cuántas sueños y secretos nos hacían cómplices?

Soy hijo único de una familia próspera. Mi padre, un alto ejecutivo de una de las petroleras más reconocidas, con concesiones en este país, mi madre, reconocida voluntaria, de las damas azules. Mis padres nada me han negado, por eso antes de mis 30 años, he logrado escalar como pocos, todos los niveles de la educación, tocar tres instrumentos, dominar siete idiomas, permitirme la compañía de hembras de todas las razas y colores y viajar por los lugares más remotos de la tierra. Ahora, he regresado de nuevo a mis lujos y derroche de niño mimado. ¡Pero estoy solo! Tengo todo y no tengo nada. Fueron mis últimas palabras, cerrando conversación con Amada.

Terminados los aplausos, las despedidas de la fiesta y esos momentos en que la imagen mágica de las recepciones tiende a caer en vulgaridad, cuando los hombres adquieren aspecto de ultratumba con ojos enjutos y acuosos y las mujeres previsibles se desengarzan los 15 centímetros adicionales y pasan a sus cómodas babuchas, dejando el encanto de las bellas jirafas africanas y las pavoneadas; mientras, otras menos previsibles, ritman con ellos en pasos de cisnes viejos. Nunca he entendido esos dolorosos gustos de las mujeres y sin embargo hoy me apenan. Me he recostado a la puerta principal y observo a los músicos de cámara empacar cuidadosamente los instrumentos que mas, que haberme incitado a bailar me han trasportado a aquella melodía de la canción de otoño de Varleine:

“Los largos gemidos de los violines del otoño,
Hieren mi corazón con monótona languidez”.


Fui a la cama, después de una ligera ducha, mmmm, que agradable sensación sentir los ríos de agua tibia tomándose su libertad para ir a donde quieren sobre la piel. Después de tantas manos y labios en contacto, -quizás sea una forma de lograr la purificación y recobrar mi esencia, Pablo- me dije-.

Recordé la tarea pendiente con Felicia.

Traje a la pantalla el número de las llamadas perdidas. Ya no había duda, alguien había seguido mi voz, pero una vez más sonó ocupado. Pronto vino el sueño, o mejor, esto que llaman ensueño.

-Sabes, ¿Pablo?- me dijo-. -Te he llamado infinidad de veces, desde cuando eras niño y jamás me has contestado. A ti, como a todos los hombres busco y muy pocos responden. Mis llamadas quedan perdidas, algunos como tú, mas tarde me buscan, otros, nunca.-

-Pablo, te inquieta tenerlo todo y no tener nada, te he seguido y lo sé y ahora quieres una respuesta. Es la misma que todos al final buscan “que necesito para ser feliz”. Tu mundo como el de muchos ha sido un mundo dado, con un algo impuesto para vivir, que al final termina siendo miseria. Ojalá, hubiesen tenido mejor suerte si una vez, por siquiera me hubiesen contestado. Ustedes los hombres, Pablo, hablan de suerte, pues bien, los hombres a tiempo podrían elegir un grado de felicidad, entre la búsqueda del placer –que es lo tuyo Pablo- y la huida del dolor- que es aquello por lo que has decidido llamarme-

-El placer total, Pablo, está en perfecta contradicción con el mundo entero y por eso es irrealizable e inalcanzable. Los hombres querrán ir a la Luna a Marte a Júpiter y querrán parcelarlos y venderlos a otros hombres, que quizás, puedan vivir allí, abandonar la tierra contaminada que ellos destruyen tras la búsqueda de la felicidad. Seguro, después querrán cambiar de galaxia y mientras tanto, se hacen viejos y mueren enfermos e infelices encerrados en ese mundo dado, muy a pesar de sus oraciones y jugosas donaciones para los pobres y para la guerra. Pablo, el poder, conquistado con la guerra no transmuta felicidad-.

-La felicidad, Pablo, es aquello que buscas ahora, Es la razón por la que llamo a los hombres. Pero mis llamadas no tienen eco, quedan perdidas-.

-La felicidad, es tu conducta. Para conocerla, debes despojarte de esa admiración excesiva a ti mismo, de la agresión hacia los demás, ¿recuerdas los desaires a tu nana cuando rondabas los 14? y no competir con otros a sus propias mujeres. Esto requiere paciencia, la misma que tuvo el escritor para ver que había tras la mirada fija y simple de un axolotl-.

-No hay mas medicinas Pablo, para ese abandono que vives en tu propio mundo y que llamas depresión-.

Como toda ensoñación es breve, la voz de Felicia se fue apagando y Pablo reincorporado buscó entre los anaqueles de la buhardilla, aquel envejecido libro de pastas borrosas y puntas ajadas como mapa de buque. Aquel incipiente libro, despreciado por los rasgos marxistas, que a duras penas y casi adivinando se leía “El malestar en la cultura”.

Rosaura Mestizo M.
(Inédito-registrado)